_____________________________________________________________________________
Finalmente,
Sherlock consiguió sacar un enorme, no grande, enorme ventilador del interior
de la caja.
-
¿No había otro más grande? - dijo John abriendo los ojos, asombrado por el
tamaño del trasto.
- No, éste era
el más grande. Por qué, ¿es pequeño? – respondió Sherlock inocentemente, montando
el armatoste muy cerca de la cama, encendiéndolo y sentándose delante de él
abriendo la boca.
- No hagas
eso. Te vas a enfermar de la garganta, y luego me toca cuidarte a mí - dijo
John enfurruñado.
- ¡Sabes que
sin mí te aburrirías! - contestó Sherlock volviendo a abrir la boca frente al
ventilador, hasta que un golpe de tos le obligó a retirarse.
- Te lo advertí.
Se acabó el ventilador - gruñó John en tono paternal, apagándolo con brusquedad.
Sherlock se
dejó caer en la cama con desgana.
- ¡John, mira!
- Mmm...
John, que se
había tumbado de nuevo intentando dormir, se giró hacia su compañero.
- Periscopio
arriba, periscopio abajo, periscopio arriba...- decía Sherlock moviendo su pene
arriba y abajo.
- ¡Oh, sí que
estás aburrido! - bufó John sacudiendo la cabeza.- ¿Pero qué haces? - dijo con
un respingón.
Sherlock había
pasado de jugar con su miembro a jugar con el de John, que cada vez se ponía
más duro y rojo por la presión que la mano del moreno ejercía desde la boca del
estómago hasta la punta del prepucio.
- ¡Oh,
Sherlock! - bramó el rubio.
Sherlock lo
tomó como un sigue y no pares, y
aumentó la velocidad de su brazo, mientras se acercaba más a John, quién ahora
podía sentir la erección del más alto contra su pierna, junto con sus labios
perfectos recorriendo su hombro, dejando unas leves marcas rojas hasta uno de
sus pezones, que atrapó de un chupetón, haciendo que el ex-militar le cogiera
por las nalgas y lo colocara justo encima de él, provocándole un escalofrío al
roce de sus cuerpos.
Sherlock no
pudo evitar un gemido de placer que ni se molestó en amortiguar, atacando la clavícula
de John como si no hubiera un mañana, pero con cuidado de no dañarle. Luego su
cuello, su mandíbula, su boca...
- ¡Aaahhh! -
Sherlock lanzó un grito de dolor.
- ¿Qué pasa? ¿Qué
te ocurre? - preguntó John preocupado sin atreverse a moverse.
- La pierna,
la pierna... - era lo único que el moreno acertada a decir.
John miró las
dos piernas de Sherlock, y vio claramente que algo pasaba en una de ellas.
- Túmbate,
ven, con cuidado... - decía John, ayudándole a ponerse boca arriba para poder
actuar. Sherlock parecía colaborador… pero no se callaba. Todo no se podía
tener… John se giró hasta la mesita de noche, abrió el primer cajón y sacó una
cajita alargada.
- ¡Me
dueleeee! - siguió gimiendo Sherlock. - ¡Au! ¡Qué es eso! ¡Está frío! – Ya no
gritaba… pero preguntaba y preguntaba. Eso era buena señal. Se encontraba como
siempre.
- Es una crema
antinflamatoria. Se te ha montado el músculo. No es nada, se te pasará en un
rato. Esto te aliviará – le explicó con una pequeña sonrisa mientras se la
aplicaba en el muslo con un suave masaje, al ver que el más alto había dejado
de quejarse... por fin.
Cuando acabó,
John se lavó las manos con un jabón de alcohol que tenía en el mismo cajón.
- ¿Tienes un
hospital ahí dentro? - preguntó Sherlock medio adormilado de nuevo. Todavía no
había conseguido dormir ni dos horas.
- Soy médico y
te tengo como amigo, ¿tú qué crees? - respondió burlón, acomodándose a su lado.
Y volvió a taparlos, intentando dormir algo, pero se quedó en intento… de
nuevo.
- Pasa
Mycroft, que te vas a quedar sin oreja de tanto usarla - dijo Sherlock
tranquilamente. John se puso un poco nervioso, lo que no se arregló al ver entrar
al hombre del paraguas.
- Hola,
hermanito. Iba de camino a casa...
- Vives en el
otro extremo de la ciudad - dijo Sherlock secamente.
- Bueno, sólo
quería ver cómo os iba...- replicó con su sonrisa pícara.
John cada vez
estaba más tenso, e intentó incorporarse, pero Sherlock le detuvo y no dudó en
actuar. Sacó su móvil de alguna parte, tecleó a toda velocidad y volvió a
guardarlo.
- Bueno, ya
nos has visto, ahora cómprate un bosque y piérdete en él - siguió diciendo
Sherlock, desafiante.
Mycroft se
disponía a contestar cuando su móvil sonó.
- Claro. Te espero en Hyde Park a las 9:30 -
GL
- ¿Quién es,
Mycroft? - inquirió Sherlock con una risita maliciosa.
Mycroft le
lanzó una mirada de riña infantil, levantándose y saliendo por la puerta, no
sin antes despedirse de John con un educado hasta
pronto y una leve inclinación de cabeza.
- ¿Qué me he
perdido? - preguntó John aún fuera de lugar.
Sherlock le
enseñó la pantalla de su móvil.
- Cariño, ¿quieres que desayunemos juntos?
Dime hora y lugar - MH
John lo miró
con cara de ¿en serio, Mycroft y
Lestrade?
Sherlock
simplemente elevó los hombros, lo que provocó en el mayor una risa
incontrolada, que quiso amortiguar contra el omoplato de su compañero. Sherlock
encontró este gesto tan adorable que no dudó en plasmar un beso sobre la frente
de su amor. Porque ya no había duda. Eso era amor.
Acercó aún más
a John hacia sí, en un acto de protección, y cerró los ojos. John se sentía tan
a gusto en esa posición que el sueño pudo con él. La escena era merecedora de
una foto, por su belleza... y por lo que pudiera durar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario