- ¿Qué? - contestó Sherlock volviendo
de sus pensamientos.
- Mycroft y Lestrade.
- ¿Otra vez con eso, John? Desde
que estamos juntos no dejas de ver parejas en todas partes - bufó.
- Vamos, seguro que hasta tú
puedes verlo... Bueno, puede que no - se corrigió ante la mirada de incredulidad
de su compañero. - Tengo un plan. Nos dividiremos el trabajo. Yo se lo diré a
Lestrade y tú a Mycroft. ¿Bien, no? Pues voy a vestirme.
John prácticamente huyó antes de
que Sherlock pudiera oponerse.
El rubio salió de casa sin ver a
su novio. Supuso, o más bien esperó, que estuviese llevando a cabo su cometido.
Y se dirigió al suyo.
Llegó a Scotland Yard, pero
Lestrade no se encontraba allí. No le gustaba la idea de decir este tipo de
cosas por móvil, pero tampoco la de esperarle hasta que volviera y, por
supuesto, dejarle un recado a su secretaria estaba descartado. Así que le mandó
un mensaje.
Mycroft necesita de tus servicios. Contacta con él cuando te sea
posible - JW
Al darle a enviar pensó en el
posible doble sentido del mensaje, pero ya no podía borrarlo, así que levantó
los hombros ante ese pensamiento y se fue a casa. ¿Cómo le estará yendo a Sherlock?, pensó.
Sherlock se encontraba a las
puertas de la mansión de Mycroft. La seguridad estaba de cambio de turno, así
que aprovechó para entrar por la puerta de servicio. No se veía a nadie. Mejor, pensó Sherlock.
Ya estaba en la casa, pero no
tenía nada pensado. ¿Qué haría para llevar a cabo el propósito de John? Y su
mente se iluminó.
- Un contenedor de basura, eso es
- musitó.
Llamaron a la habitación de
Mycroft, y al abrir la puerta, éste se encontró un regalo de un metro por metro y medio, con un lazo enorme
y un gran PARA MYCROFT escrito con
rotulador. Lo abrió allí mismo, la intriga era demasiado grande para esperar. Y
su sorpresa resultó ser mayor que su intriga...
- ¿Un contenedor de basura? - soltó
enarcando una ceja.
Y al comenzar a abrir la tapa,
Sherlock salió como un resorte, con un cartón en las manos que decía:
LE GUSTAS A LESTRADE, y un número de teléfono justo debajo. Mycroft
cogió el cartón al vuelo, cuando su hermano lo tiró al aire antes de deslizarse
grácilmente por la barandilla de la escalera.
Se quedó mirando el cartón,
acostumbrado ya a las excentricidades de su hermano, y marcó en el móvil con
una sonrisa... ¿Lestrade? Soy Mycroft. ¿Estás
libre...?
Cuando Sherlock llegó a casa,
John se encontraba tumbado en el sofá, medio dormido. Se tumbó a su lado,
haciendo un hueco con su cuerpo para que el ex-militar pudiera reacomodarse.
- ¿Habrá funcionado? - preguntó
John contra su pecho.
- Seguro - respondió Sherlock
sumergiendo su cara en el dorado pelo.
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