martes, 31 de julio de 2012

Leche de soja

La mañana había empezado bien. John había dormido las suficientes horas como para no quedarse dormido por las esquinas, y Sherlock no lo había despertado con su violín, sus tiros, sus ruidos… Lo que se dice una buena mañana… mientras duró.


- Buafff… ¿Qué es esto? – dijo Sherlock escupiendo el sorbo de leche que acababa de tomar sobre la cara de John.
- ¡Mira cómo me has puesto! ¡Me lo acababa de poner! ¡Es leche y se bebe! - respondió John limpiándose la cara con la servilleta.
- Esto no es mi leche - siguió protestando Sherlock, examinando minuciosamente el contenido del vaso a contraluz.
- No es tu leche, es de soja, pero sigue siendo leche. ¡Bébetela!
- ¿Por qué me has cambiado la leche, John? ¿Tu nueva novia te ha dejado y lo estás pagando conmigo? - dijo Sherlock interrogante.
- Es leche de soja. Es buena para el corazón. Así que deja de jugar con ella y bébetela de una vez - respondió John sin alterarse. Estaba más que acostumbrado a las rabietas de su compañero.
Pero el moreno siguió con la cantinela.
- ¿Ves que esté enfermo de corazón? ¡Oh, sí...espera! ¡Me está dando un infarto! ¡Mira John! ¡Ah, no! ¡Que no me pasa nada! - dijo con una sonrisa falsa y masticando sus palabras, pretendiendo expresar un tengo razón, como siempre. Pero John no se echó atrás.
- No voy a volver al supermercado hasta mañana. Si quieres tu leche tendrás que ir tú a por ella - dijo el mayor acomodándose en su sillón, con cara de a ver quién puede más.
Ante la actitud de su compañero, Sherlock supo que había perdido esta batalla... pero no la guerra. Hizo un mohín infantil y se terminó la leche que quedaba en su vaso. John sonrió satisfecho desde su cómoda posición. Pero, ¿de verdad había ganado?
Más tarde, cuando el rubio se disponía a darse una ducha...
- ¡Ahhh! ¡Sheeerlooock! - gritó desde el cuarto de baño.
- ¡Dime, John! - respondió el moreno, sin dejar de mirar por su microscopio.
John llegó en albornoz y muy agitado hasta la mesa del salón, donde su compañero seguía como si nada.
- ¡Por qué hay una cabeza en la ducha! - gritó el mayor, aunque se encontraba a su lado.
- Un experimento - dijo Sherlock, mirándole y curvando sus labios hacia arriba.
- ¿Te molesta? - siguió diciendo, mirándole fijamente, sin cambiar su expresión.
John dio un sonoro bufido y se encaminó hacia la cocina.
- ¡Sácala de ahí! ¡Ya! - siguió diciendo el rubio mientras abría la puerta del frigorífico.
La sonrisa de Sherlock se pronunció aún más.
- Sheeerlooock!
Sherlock 1 John 0

Olaza de calor Cap. 2

Cap. II Sorpresas
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- ¡Ay! - se quejó Sherlock al sentir cómo los platos se rompían en su pie.
A John le costó unir el hilo de acontecimientos que estaba viviendo.
- Lo... siento - dijo al fin, aún paralizado.
- Lo siento, lo siento, lo... - decía una y otra vez como un disco rayado mirando el pie ensangrentado de su compañero, hasta que éste posó firmemente sus manos sobre sus hombros y le hizo parar.
- Deja de sentirlo y cúrame, doctor - dijo con voz cortante.
- Sí, claro, te ayudo...
- Con que me dejes apoyarme en ti hasta el sofá me vale - dijo el moreno en el mismo tono, cogiéndole por el hombro sano.
Una vez sentado en el sofá, todavía desnudo y sin cojín, mantuvo el pie herido en equilibrio hasta que John le puso una banqueta debajo.
Y, abriendo su maletín, que siempre tenía a mano, comenzó a limpiarle la herida.
- No vas a ponerme eso - dijo Sherlock al ver que John pretendía atravesarle el pie con una aguja enorme.
- Es anestesia local. No me digas que te asustan las agujas - dijo el mayor con burla.
El moreno apretó los labios y giró la cara enfadado, para no ver cómo se la clavaba.
Pero John lo hizo con tanto cuidado para no hacerle daño que cuando acabó de suturar Sherlock seguía en la misma posición, desnudo aún, aunque eso no parecía importarle ya a ninguno de los presentes.
- Te cambiaré la venda antes de dormir. Voy a hacer la compra, ahora que corre un soplo de aire – dijo John cerrando el maletín.
- Sherlock hizo ademán de levantarse, pero se quedó en intento cuando John se dio cuenta.
- No se te ocurra apoyar el pie, ni levantarte a pata coja, ni arrastrarte por el suelo, ni llamar a la señora Hudson para apoyarte en ella... ¡Te lo advierto, Sherlock! - sentenció John, cogiendo aire de nuevo al terminar la frase.
Por un momento el moreno no respondió, hasta que el rubio volvió a hablar.
- ¿Quieres que te traiga algo, aparte de leche? - preguntó John, que todavía no había escarmentado con la pregunta de la cocina.
- Mmm... ¡cereales! - dijo Sherlock aún distraído.
- De acuerdo. ¡No muevas la pierna! - dijo de nuevo el mayor, abriendo la puerta.
- ¡Con leche! - gritó el más alto para que pudiera escucharle.
- ¡Qué obsesión más insana! ¡Si fuera la única...! - suspiró John saliendo de la casa.
Mientras se encaminaba hacia el supermercado, a no más de quinientos metros, por suerte para él, no podía dejar de pensar en su compañero y amigo.
- Y nada más, ¿verdad? Porque yo no soy gay, sólo he tenido novias... aunque siempre ha acabado mal la historia... Pero aunque fuera gay, que no lo soy, una relación con Sherlock sería imposible...- y se quedó pensando la última frase.
Una relación. ¿No era eso lo que tenían? Todos lo pensaban, incluso la señora Hudson, y el primer día, sin conocerlo siquiera. ¿Tenía un cartel de neón en la espalda y era el único que no se había dado cuenta?
Pero cuando volvió a Baker Street el panorama le golpeó de frente. Sherlock se encontraba ahora tumbado en el sofá donde hacía un rato estaba sentado, con los ojos cerrados, y su mano derecha subiendo y bajando alrededor de su miembro endurecido, un poco coloreado, bañado por un líquido transparente que llegaba hasta sus dedos.
- ¿Pero qué…? - gritó John, sorprendido al verlo en esa situación, dejando caer esta vez las bolsas de la compra.
- ¡Vamos, John! ¡No finjas que tú no lo haces nunca! - dijo Sherlock con mofa y una mueca de placer.
- No voy a contestarse a eso – respondió el mayor, en un intento por esquivar la pregunta.
- Deberías dejar de tirar cosas - siguió el moreno, obviando el comentario y mirando la comida desparramada por el suelo.
- Te ayudaría, pero...- dijo ahora bajando la mirada hasta su pie lastimado.
- Ni aunque lo tuvieras sano...- farfulló John, recogiendo las cosas del suelo y llevándolas a la cocina.
- ¿Sigues molesto por lo de antes? - dijo Sherlock elevando la voz y girando un poco la cabeza para poder ver la cara de su compañero.
- ¿Lo de antes? - dijo disimulado John, aún colocando la compra.
- ¡Oh, venga, John! ¡No te hagas el loco! - dijo Sherlock poniendo los ojos en blanco.
Ante la falta de respuesta por parte del mayor, el menor siguió con su discurso.
- ¡Para tu tranquilidad... era una broma! - mintió el moreno.

sábado, 28 de julio de 2012

Olaza de calor Cap. 1

Cap. I Quítate la ropa
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La primavera había llegado al 221B de Baker Street, pero con una ola de calor adosada a su costado. El calor era insoportable en toda la ciudad, aunque en unos lugares más que en otros, quién sabe por qué. Quizá el corazón tenga algo que ver…
- ¡Qué calor! - dijo John quitándose el jersey.
- Es una ola de calor, John. Pasará en un par de días.- dijo Sherlock concentrado en su violín.
- ¿Y cómo lo sabes, por el color de las nubes? -preguntó John, más alterado que de costumbre.
- Lo ha dicho el hombre del tiempo - dijo el moreno levantando una ceja.
- Pero es que es insoportable - volvió a quejarse John.
- Pues sigue quitándote ropa - dijo Sherlock todavía distraído.
- No voy a quitarme la ropa. ¡Pero bueno! - y se fue a su habitación con más nerviosismo que indignación.
- ¡Cómo que me quite la ropa! ¡Será indecente! - gritaba John desde su habitación, a fin de que su compañero también lo escuchara.
Mientras tanto, el susodicho se encontraba tumbado en el sofá, ya sin su violín, riéndose a carcajadas ante la reacción tan desmesurada de su amigo.
Cuando ya se hubo reído lo suficiente bajo su criterio, se dirigió a tomar una ducha para sobrellevar el sofocante calor. Porque aunque fingiera inmunidad delante de John, en realidad se estaba derritiendo como él.
Pero encontró que la ducha podía no ser tan refrescante como pensaba.
- ¿Qué haces? - dijo John tapándose con la cortina de la ducha.- ¿No ves que estoy dándome una ducha? - siguió protestando.
- ¡Ahora sí! - dijo Sherlock tranquilamente, realizando un escaneo del cuerpo de John.
- Si quieres nos bañamos juntos - soltó el moreno de sopetón, desabrochándose la camisa.
- ¡Por supuesto que no! ¡Fuera de aquí! - gritó John, señalando la puerta con la mano libre.
- ¡Qué irascible! - dijo Sherlock mientras salía por la puerta del baño.
- Ahora que empezaba a ser divertido… - pensaba Sherlock en voz alta, tumbado ahora sobre el suelo, considerablemente más fresco que el sofá.
Con el calor que hacía no había ni trabajo, y el poco entretenimiento, que era principalmente importunar a John, hacía semanas que no tenía el mismo sentido.
John salió de la ducha con el pijama puesto.
- ¡Sigues con ropa! - dijo Sherlock sin cambiar de posición.
- ¿Esperabas verme desnudo? - contestó John siguiéndole la corriente.
- La verdad es que no - dijo el menor juntando las manos y mirando ahora hacia el techo.
- ¿Y tú por qué sigues vestido? - preguntó John dejándose caer en su sillón.
Sherlock se puso de pie de un salto y empezó a quitarse la ropa.
John sólo se quedó mirando, con sus ojos fijos en él, sin saber el porqué.
- ¿Más feliz? - dijo Sherlock cuando hubo terminado, abriendo los brazos en cruz para que el mayor pudiera verle con claridad.
John tardó unos segundos en reaccionar.
- ¿Y bien? - volvió a preguntar Sherlock con insistencia.
- ¡Oh, tápate! – dijo con una risa nerviosa mientras le tiraba un cojín a la entrepierna.
- Aclárate - dijo cogiendo el cojín al vuelo. Acto seguido se tumbo de nuevo, aunque ahora tenía los brazos cruzados sobre su espalda y el pequeño cojín sobre el lugar al que iba destinado.
- Estás para pintarte - rio John, que desde su posición tenía una perspectiva privilegiada.
- Tus dotes pictóricas no son un valor por el que apostar... en cambio, en lo referente a la cocina... ¿dónde vas ahora? ¿Te has vuelto a enfadar? - dijo Sherlock levantando un poco la cabeza.
- Voy a poner en práctica mis dotes... ¿qué quieres cenar? - dijo John con la calma que le caracterizaba.
- A ti - dijo Sherlock, quién como una gacela se había situado justo detrás de su compañero, susurrándole tan cerca que al rubio se le cayeron todos los platos que acababa de coger.

viernes, 27 de julio de 2012

¡España, allá vamos! Cap. 8 Final

Cap. VIII Como siempre pero mejor
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- ¿Cómo que nada? ¡La última vez que la apagué funcionaba! - siguió gritando John mientras se acercaba hasta sólo unos centímetros de Sherlock.
- ¿Ah… sí? ¡Cuidado, que quema! - dijo el más alto ofreciéndole una taza humeante.
- Gracias... ¡pero no cambies de tema! ¡Arregla la tele antes de que vuelva! - dijo elevando el tono de voz en un intento de presión hacia su compañero. Un vago intento...
- ¡Arregla la tele antes de que vuelva! - repitió Sherlock con tono burlón.
John, que se encontraba ya abriendo la puerta de la entrada, volvió medio cuerpo hasta poder ver a su compañero, quién rápidamente esquivó su mirada y borró todo rastro de burla.
John volvió a girarse para finalmente cruzar la puerta tras un portazo.
Sherlock bufó, dejándose caer sentado en el suelo con su taza ya fría.
La verdad era que había estado trasteando con la televisión esa misma mañana. Se había despertado pronto, John seguía durmiendo y estaba aburriéndose un poco. Pero no había salido bien. Definitivamente no.
- Ahora me va a tocar comprar otra - dijo en un hilo de voz, mirando hacia la puerta.
En otras circunstancias hubiera pasado olímpicamente, pero otras circunstancias serían no vivir con John, así que no era discutible.
Se levantó de mala gana, dejó la taza en el fregadero y cogió el primer taxi que vio hasta una tienda de electrodomésticos mínimamente decente.
Ya en la tienda…
- Y ésta tiene doscientos canales, TDT incorporado, dos euroconectores, HDMI...
- No… tampoco – volvió a decir el detective.
- Es la vigésimo - novena que le enseño. ¿Seguro que sabe lo que busca?
- Más que su jefe – dijo el moreno mirando otro modelo.
- Bueno, si quiere puede ver nuestro catálogo por Internet. Ésta es nuestra web – dijo el empleado enseñándole una tarjeta.
- La tengo muy vista - respondió secamente sin prestar atención.
- Pues nada, siga mirando… - dijo al fin, aliviado de poder alejarse.
- Sherlock, ¿dónde estás? - JW
- Comprando una televisión – SH
- ¿Comprando una televisión dónde? – JW
- En Argos* - SH
- ¿Y cómo va la compra? - JW
...
- Voy para allá. Espérame ahí - JW
- Y no formes ningún follón, por favor - JW
- Aquí te espero - SH
Una vez John entró en la tienda…
- ¿Dónde estará...? – John se puso de puntillas para poder verle entre tanta gente.
- Señor, si quiere puedo darle la dirección de otras tiendas...
- ¡Ahí está! - dijo John entre un suspiro y una sonrisa.
- No quiero la dirección de ninguna...
- Hola, ¿qué tal? Tranquilo, ya la buscamos nosotros... – dijo John al dependiente, llevándose a Sherlock a unos metros.
- ¿Cuánto llevas aquí? – preguntó el mayor con incertidumbre.
- No sé. ¿Qué hora es? – dijo Sherlock un poco aturdido.
- Las dos y media – respondió John mirando su reloj.
- Pues cinco horas – dijo el moreno tranquilamente.
- ¿Para comprar una tele? – volvió a preguntar John, con una expresión cada vez más sorpresiva.
- La elección debe ser certera – respondió Sherlock seriamente.
- Sherlock - le dijo John al oído.- Se va a volver a romper. Coge la primera que te guste y vámonos a almorzar, me muero de hambre.
John terminó la frase con un tono casi suplicante.
- A ver... – el menor se puso a mirar televisiones otra vez.
- ¡Vale, la elijo yo! ¡Ésta y a comer! - dijo rápidamente el mayor empujando suavemente a Sherlock hacia la caja registradora.
Ya en casa...
- ¿Qué te parece? – preguntó John una vez terminó de instalar la televisión. O la instalaba él o quién sabe cuándo podría verla funcionar.
- Buena elección. Estaba dentro de mis preferencias – respondió el moreno desde su horizontal posición en el sofá.
- Sí, sí... – dijo el mayor, distraído con el ticket de compra. - ¡Sherlock! – gritó de repente.
- ¡Qué pasa! – se sobresaltó su compañero, abriendo los ojos más de la cuenta, pero sin moverse de su posición.
- ¡Nos ha tocado! ¡Nos ha tocado! – gritaba John por toda la habitación.
- ¿El qué? – preguntó Sherlock, aunque realmente no le interesaba demasiado.
- ¡Otro viaje! – respondió el rubio con gran emoción.
- ¿A dónde esta vez? – preguntó ahora el menor, masticando cada una de las palabras.
- ¡A Australia! – tardó en decir John, pues no encontraba dónde estaba escrito el destino. Pero eso no frenó su entusiasmo, sino que lo aumentó aún más, si podía.
Sherlock se levantó y cogió, con agilidad y cara de en otro momento, gracias, el premio de las manos de John.
- Tengo una idea mejor - dijo dándole un fugaz beso en la comisura de los labios, ante el visible desconcierto de éste.
- ¡Señora Hudson! - gritó a plena voz.
- No hace falta que grites, jovencito, que no estoy sorda – respondió la mujer subiendo por las escaleras, tardando relativamente poco.
- ¡Feliz cumpleaños! - dijo dándole un beso en la mejilla y entregándole el ticket.
- ¡Pero si hoy no es mi cumpleaños! - dijo la mujer sin entender nada.
- Ah… ¿no? - dubitó Sherlock. Bueno, pues tómelo como un adelanto.
- ¡Ah! ¡Australia! ¡Ah! ¡Voy a decírselo a la señora Turner para que me acompañe! - y les dio un sonoro beso en la mejilla a cada uno, tras lo que bajó las escaleras a más velocidad de la recomendada para su edad.
- ¿Te has enfadado? – preguntó Sherlock, volviéndose hacia su compañero con ojos de cordero.
- ¡Claro que no! - respondió John con una tierna sonrisa. ¡Ha sido conmovedor! - dijo envolviendo su cintura y apretándose contra su pecho.
El menor le correspondió con sus largos brazos alrededor de su espalda hasta darle un gran apretón a sus nalgas.
- No seas ansioso, la señora Hudson puede subir en cualquier momento. Tenemos la semana entera para nosotros.
- Todavía tardará una hora... y otra con la otra vecina. Tranquilo... esto es sólo un anticipo…
FIN
* Argos: Cadena de tiendas con venta de productos variados, entre ellos electrodomésticos, por catálogo o en recinto, con sede en Gran Bretaña e Irlanda.

miércoles, 25 de julio de 2012

¡España, allá vamos! Cap. 7

Cap. VII El embrujo
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Búhos, lechuzas, sapos y brujas.
Demonios maléficos y diablos, espíritus de las nevadas vegas.
Cuervos, salamandras y meigas, hechizos de las curanderas.
Podridas cañas agujereadas, hogar de gusanos y de alimañas.
Fuego de las almas en pena, mal de ojo, negros hechizos, olor de los muertos, truenos y rayos.
Ladrido del perro, anuncio de la muerte; hocico del sátiro y pie del conejo.
Pecadora lengua de la mala mujer casada con un hombre viejo.
Infierno de Satán y Belcebú, fuego de los cadáveres en llamas, cuerpos mutilados de los
indecentes, pedos de los infernales culos, rugido de la mar embravecida.
Vientre inútil de la mujer soltera, maullar de los gatos en celo, pelo malo y sucio de la cabra
mal parida.
Sherlock y John se miraron curiosos, pero volvieron la mirada al frente cuando la chica prosiguió.
Con este cazo levantaré las llamas de este fuego que se asemeja al del infierno, y huirán las
brujas a caballo de sus escobas, yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas.
¡Oíd, oíd! los rugidos que dan las que no pueden dejar de quemarse en el aguardiente
quedando así purificadas.
Y cuando esta queimada baje por nuestras gargantas, quedaremos libres de los males de
nuestra alma y de todo embrujamiento.
Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, a vosotros hago esta llamada: si es verdad que tenéis
más poder que la humana gente, aquí y ahora, haced que los espíritus de los amigos que
están fuera, participen con nosotros de esta queimada.
Todos los presentes bebieron un chupito de aguardiente, que quemaba como fuego en sus gargantas.
- ¡El fuego quema y el agua purifica! - gritó por último la chica, y todos fueron directos al agua. Sherlock tiró de John, todavía cogido de su mano, y ambos zambulleron en el agua helada hasta el último poro de su cuerpo.
Quizá fue San Juan, quizá el aguardiente, quizá la emoción, o quizá la suerte, cuando sus cuerpos se rozaron, sus ojos se encontraron, sus manos se entrelazaron, sus miembros entraron en contacto y sus labios pasaron a la acción, buscándose y encontrándose, explorándose y descubriéndose, sintiendo lo que tanto tiempo habían estado esperando, incluso sin saberlo. Y se fusionaron en un solo, cogiendo aire sólo cuando sus pulmones casi ardían, y volviendo enseguida al trabajo ya empezado, desatados, apasionados, saboreando cada rincón de sus cuerpos... y la Luna elevó la marea hasta la tienda de campaña, y ambos acabaron dentro casi sin darse cuenta, hasta que el Sol les saludó por el horizonte.
- Mmm... Buenos días - dijo Sherlock aún adormilado.
- Buenos días - dijo John con mejor despertar, abrazando al más alto, que se encontraba recostado sobre su pecho. Acariciaba sus rizos azabaches, apartándolos de su suave frente, una y otra vez, lentamente, como si el tiempo no pasara...
- ¡Beso! - pidió el menor casi entre susurros, y John, gustoso, rozo los labios de su ahora amante, enlazando sus lenguas en un gemido ahogado.
Ahora era John el que se encontraba entre los brazos de Sherlock, encima de éste, tan cerca...
- ¿Me quieres? - dijo Sherlock aún medio dormido, con un brillo en los ojos que John hacía mucho que no veía.
- John se acercó a sus labios y le dijo en un susurro: ¿lo dudas?
Y comenzaron de nuevo los abrazos, los suspiros, los encuentros...
- ¡Perdonen, es hora de desalojar la playa, vayan terminando!
- Váyase a...
- Enseguida salimos, agente - dijo John apretando la mano de su compañero, quién entendió el mensaje y apretó los labios con fuerza. Pero se vengó con un pequeño bocado en el cuello.
- ¡Ay! ¿Pero qué haces? - dijo John masajeándose la zona dolorida.
- ¡Venganza! - dijo sacando la lengua.
Ya en el hotel...
- Sherlock, has hecho ya la... ¡Sherlock, levántate del sofá, que tenemos que irnos!
El moreno parecía haber entrado en su palacio mental, así que John, tras un largo suspiro, comenzó a hacer la maleta de éste.
- ¿Qué haces con mi maleta? - preguntó el menor apareciendo por detrás y envolviéndole en un cálido abrazo.
- Lo que tú no haces - le dijo su compañero mirándole con cara de enfado.
- No te enfades - dijo deslizando sus brazos hasta cubrirlo por completo, y resbalando sus labios hasta besar su cuello.
- No hagas eso, sabes que no puedo resistirme - dijo John algo acalorado, dejándose llevar.
- Espera un momento - dijo ahora un poco más serio mientras se desenredaba de los brazos del moreno.
- ¿Qué ocurre? - dijo Sherlock algo asustado ante el cambio de actitud repentina.
- ¡Escúchate! - siguió diciendo John, mientras la alegría ganaba terreno a la seriedad.
- ¿Qué tengo que escuchar? - respondió Sherlock algo desubicado.
- ¡Ya no hablas en español! ¡Mírate, vuelves a hablar en inglés! - dijo saltándosele las lágrimas.
- No sabes lo mal que lo he pasado, incluso con el diccionario de español para dummies, que ya te vale... - dijo cambiando el tono a uno de reprimenda en esta última frase.
Sherlock sólo lo envolvió de nuevo entre sus brazos, pues, aun sabiendo que su impotencia había sido equiparable a la de John, ahora mismo era precisamente su John el que le necesitaba. Por eso, dejó su necesidad de atención a un lado para dedicarse a él por completo.
- ¡Sherlock, vamos a perder el avión! - dijo John aún entre sus brazos.
- Mmm... Un ratito más...- dijo el moreno sintiéndolo bajo su piel.
Y John no podía decirle que no. Se estaba tan bien...
Ya en el aeropuerto...
- ¡No llegamos, no llegamos...! - gritaba John de camino a la terminal.
- ¡Qué sí llegamos! ¡Mira, queda media hora! - dijo Sherlock señalando un panel informativo.
Ya en el avión...
- ¡Por los pelos, siempre corriendo, esto no puede ser sano...! - protestaba John, casi sin aire, inclinado hacia delante y con las manos en las rodillas.
- ¡Qué exagerado! - dijo Sherlock, con la atención centrada en encontrar un buen sitio.
John se disponía a contestarle cuando el moreno le cogió de la mano y de llevó suavemente hasta su asiento.
- ¡Me pido ventana! - dijo el menor saltando el asiento de John para llegar hasta el suyo.
El posible enfado de John se evaporó, como siempre.
- Cómo voy a enfadarme con él... - pensaba con una pequeña sonrisa formada en sus labios, mientras veía a un Sherlock ensimismado con lo que veía por la ventanilla.
En el viaje de vuelta Sherlock hablaba y hablaba sin parar, saltando de un tema a otro, tanto que a John iba a estallarle la cabeza.
Dedujo que estaría nervioso, pero al que iba a darle un ataque de nervios era a él, que estaba a su lado. Así que pensó en algo. Quizá no funcionaría, pero por intentarlo…
Dejó caer su cabeza sobre el hombro de Sherlock, y éste, al verlo tan acomodado, decidió callarse para que durmiera.
- ¡Bien, ha funcionado, ha funcionado! - pensó entusiasmado el mayor, esforzándose para mantener la serenidad de su rostro.
-Siempre consigues lo que quieres - pensó el menor, quedándose dormido sobre la cabeza de John, su John.
Ya en Baker Street...
- Sheeerlooock - gritó John desde el salón. ¿Qué le has hecho a la tele?
- Nada - dijo éste disimulado desde la cocina.- ¿Un té?

¡España, allá vamos! Cap. 6

Cap. VI Un playero día
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- ¡Despierta John, despierta, despierta...! – dijo Sherlock cerca de su oído.
Y al ver que esto no funcionaba, le vació una jarra de agua fría sobre su cara.
- ¡Aghaphag! ¿Qué pasa, qué pasa? ¿Pero a ti qué te pasa? ¿Quieres ahogarme? – dijo John sobresaltado.
- ¡Hoy es San Juan! ¡Vamos! – insistió el moreno zarandeándole, aunque éste seguía medio dormido.
- ¡Au! ¡Estate quieto ya! ¡Estabas más guapo durmiendo! - dijo ruborizándose al escucharse.
Sherlock le dedicó una pequeña sonrisa orgulloso mientras se giraba.
- ¿Qué es esto? – John miró extrañado el libro que se encontrada encima de la almohada. ¡Español para dummies! ¿Para dummies? ¿Sher...? - pero Sherlock ya se había esfumado.
- Uhm… Bueno, ya que está aquí... ¿Cómo se dirá cabezota?, ¿y orgulloso?, y...
Un par de horas después...
- ¿Dónde te has metido? ¡No puedes desa...desaparecer así! – John era bueno con los idiomas, pero necesitaba un mínimo de tiempo para salir del paso.
- ¡Vamos! ¡Hay una fiesta en la playa! – dijo Sherlock casi eufórico, obviando la pregunta.
- ¡Tú odias las fiestas! – respondió John secamente.
- ¡Pero en ésta hay fuego! – dijo el moreno con los ojos chispeantes.
A John le dio un ataque de risa.
- ¿Ocurre algo? - dijo Sherlock algo escéptico.
- ¡Vámonos antes de qué se apague! - dijo aún entre risas cogiendo al menor de la manga de la camisa.
Ya en la playa...
- ¡Mira John! ¡Mira! ¡John, no me estás mirando!
- ¡Qué sí te estoy mirando! ¡No seas crío! ¡Ten cuidado! ¡Te vas a quemar! - decía elevando la voz hacia un Sherlock despreocupado saltando la hoguera.
Y la noche llegó entre fuego y agua...
- ¡Al final te has quemado! – dijo John con tono paternal.
- ¡Au! ¡Pero no con el fuego! ¡Auu! ¡Con cuidado! – se quejaba Sherlock al contacto de su piel quemada con las manos de John, embadurnadas en after-sun.
- No seas tan quejica. Esto te pasa por no hacerme caso y no echarte crema... ¡Eh! ¿Dónde vas ahora?
- ¿Al agua? ¿Te vienes? – dijo Sherlock como si tal cosa.
- No... Yo... – a John le asaltó la duda.
Sherlock se acercó, se arrodilló a su lado, se mojó los labios con agua y le dio un húmedo beso en el puente de la nariz. John cerró los ojos instintivamente. Cuando los abrió, Sherlock se encontraba ya muy lejos de él, nadando en un mar de gente.
- ¡Au! - en ese momento el mayor se dio cuenta de que él también se había quemado... y de algo más.
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- ¡Me muero de hambre! - dijo Sherlock nada más volver, sacudiéndose como un perro. 
- ¿Qué es todo esto? - señaló extrañado.
- Son cosas que he comprado en una tienda aquí al lado mientras tú te creías una sirena. Mira: esto es una sombrilla, esto dos esterillas, esto una tienda de campaña...
- Ya, ya. ¿Y la comida? - dijo rebuscando por todos lados.
- Aquí, está aquí, deja de revolverlo todo – dijo John volviendo a poner las cosas en su sitio.
- No me gusta – no tardó en decir Sherlock.
- Pruébalo primero – contestó John pacientemente.
- No – volvió a decir el moreno.
- Sí – insistió John.
- Nogoht...
John le había metido el tenedor con comida en la boca, aprovechando que estaba abierta.
- ¡Trágatelo! ¡Venga! – insistió John una vez más.
Sherlock tragó finalmente la comida, no sin cara de niño enfadado.
- Así me gusta - dijo John satisfecho y con una sonrisa vacilante.
- Aaah - Sherlock abrió la boca en forma de a.
Ante la cara de escepticismo de John siguió con la intentona.
- Aaah.
John por fin comprendió la situación, y tras algunas dudas, accedió a la graciosa petición.
- ¿No piensas comer solo nunca más? – dijo el mayor con tono burlón.
- No finjas que no te gusta – respondió el moreno levantando una ceja en gesto de yo sé que te gusta y dando otro bocado a la tortilla.
John carraspeó un poco y volvió a su compostura, no sin un fugaz cruce de pupilas y rubores.
Cuando ya hubieron terminado de comer, una para John, una para Sherlock, sonó no muy lejos una canción de guitarra.
- Ya recojo yo... tranquilo... no te preocupes...- dijo John con tono irónico.
- ¡Gracias! - respondió Sherlock, dándole un pequeño beso en el labio inferior, y echando a correr hacia la música.
John se quedó con una tonta sonrisa en los labios mirando cómo su compañero se alejaba radiante como cuando estaban en mitad de un gran caso.
Tan ensimismado que no se dio ni cuenta cuando esos ojos grisáceos se encontraron de nuevo junto a él.
- ¡Ven, vamos, date prisa, qué empieza!
Sherlock le cogió de la mano y le llevó hasta la hoguera.
- ¡Va a empezar el ritual! dijo el menor entusiasmado.
- ¿El qué? - preguntó John sin comprender.
- Shuu. Qué empieza. Y todos se dieron la mano, ante la incomprensión de John.
Una joven que se encontraba a la izquierda del mayor empezó a recitar algo, ante lo que éste dio un repullo y su compañero tuvo que morderse un poco la lengua para intentar amortiguar la risa.

martes, 3 de julio de 2012

El programa de radio

- Sher...
- Shuuu...
- Sher...
- Shuuu...
- ¡Ey! ¡Dámelo!
- ¡No! ¡Hazme caso primero!
- Vaaaale... ¿Qué quieres?
- Que me... ¡qué no me lo quites!
John volvió a coger el transistor de las manos de Sherlock y lo guardó bajo su axila.
- ¡Estoy escuchando la radio! ¿Te importa?
- Tenías qué haber sacado la basura hace una hora. La cocina apesta a pescado. ¿Desde cuándo escuchas tú la radio?
- Es un programa nuevo. Muy interesante, por cierto. ¡Al menos hasta que me impediste continuar!
John, curioso, encendió de nuevo el aparato.
- …Y hoy os enseñaremos como practicar una excitante felación a vuestra pareja...- sonó una voz femenina desde el mismo...
- ¿Estás escuchando porno?
- ¿Porno? Eso es demasiado artificial. Parece mentira que seas mi novio. Ya te he dicho que es un programa nuevo.
- ¿Y por qué no vienes a escucharlo a la cama? ¡Son las doce de la noche, Cenicienta!
- Creía que dormías. ¿Por qué no dormías? ¿Otra pesadilla? ¿Te encuentras bien?
Sherlock empezó a palpar todo su cuerpo en busca de indicios de... algo, y el pequeño radio cayó al suelo rompiéndose contra él.
- Oh, vaya. Quería escuchar un poco más – suspiró John.
- ¿Te ha gustado? - dijo pícaramente mientras levantaba una ceja y pasaba la lengua entre sus labios.
- ¿Acaso no sabes lo qué me gusta? - dijo el rubio con un brillo descomunal en sus ojos.
- Pupilas dilatadas, pulso acelerado, rubor en las mejillas...
- Y no olvides lo principal.
John condujo la mano de Sherlock hasta su miembro, apresado en sus pantalones.
- ¡Interesante! Oye, John, ¿quién es Cenicienta?
- Ya te lo contaré mañana, ahora estoy ocupado - dijo trayéndolo para él hasta que sus miembros rozaron provocando un gemido mutuo.
- ¡Vamos a la cama!
- ¡Demasiado lejos! - dijo un Sherlock demasiado ansioso.
Y el salón fue testigo de su amor.
- ¡Chicos, bajad la televisión! ¡No me hagáis subir! - gritaba la Señora Hudson desde su dormitorio un piso más abajo.

lunes, 2 de julio de 2012

¡España, allá vamos! Cap. 5

Cap. V Pero, ¿qué está pasando?
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- Sherlock, ¿te encuentras bien?
- Perfectamente. ¿Dónde estamos?
- Sherlock, no te entiendo nada. ¿Quieres dejar de hablar en español? Sabes de sobra que yo no sé.
- Pero John - dijo totalmente confundido - no sé hablar de otra forma. Por supuesto, seguía hablando en español.
John no podía creer lo que sus oídos estaban escuchando, porque, para empezar, no se estaba enterando.
Mientras su cabeza daba vueltas y más vueltas para ver qué hacía, Sherlock se dispuso a ducharse de nuevo.
- Madre mía, este hombre vive en el baño - pensó para sí.- Con suerte, cuando salga, todo volverá a la normalidad – dijo en un gran suspiro.
Sherlock salió del baño de la misma forma que lo llevaba haciendo todo el día.
- Esto tiene que ser un déjà vu de esos o lo que sea.
- Tu turno, John.
- No puede ser, sigue siendo español… español... me voy a volver loco...
Y se metió en el maldito baño transformador.
- ¿Qué voy a hacer? ¿qué hago? - decía una y otra vez.- Vale que la situación anterior era tensa y no sabía cómo iba a salir de ella, pero esto...
Salió hacia donde se encontraba su compañero, con la ya mítica toalla a la cintura. Esta situación comenzaba a resultar un tanto cómica, pero no para John.
Sherlock se encontraba ya abrochándose el pantalón cuando se volvió para mirarle.
- ¿Vas a quedarte ahí mientras me visto? – dijo un John un poco descarado.
- No tienes nada que yo no tenga – dijo el moreno sin quedarse atrás.
John seguía sin entender nada, pero por su cara se hacía una ligera idea de sus intenciones.
Cuando el mayor se quitó la toalla, una excitante sensación atravesó sus ojos hasta su corazón.
Cuando éste acabó de vestirse y levantó la mirada, la de Sherlock se encontraba fija en el suelo, intentando controlar una situación nueva para él.
- ¿Desayunamos?
- Ehh... sí... claro.
- Supongo que habrás dicho que no, pero vamos a ir de todas formas.
Sherlock salió de la habitación justo detrás de él, aún perdido en la conversación.
- No lo entiendo. ¿Qué te ha pasado? No, da igual, no te esfuerces, no te iba a entender. Pero es que es tan raro... Y además, estás desayunando... En serio, ¿qué me he perdido?
Sherlock seguía desayunando como si no fuera con él, pero claro, John sabía que el menor podía hacer perfectamente varias cosas a la vez, y que se estaba enterando de todo con todo detalle.
De pronto, Sherlock cogió al mayor de la mano y casi lo arrastró hasta la habitación, le sentó en la cama presionando suavemente sus hombros, y corrió al baño, al maldito baño, tenía que ser una broma, por favooorrr...
- Pero qué...
Sherlock traía un rollo de papel higiénico y un bolígrafo que le habría cogido a alguien.
La imagen era de lo más surrealista, y John no pudo evitar escapar una pequeña sonrisa burlona.
El menor le miró con cara de sí tú ríete que ahora verás.
Desplegó un poco de papel higiénico en el suelo, se sentó junto a él y empezó a dibujar.
John le miraba desde la cama. Se inclinó un poco para ver por encima de sus hombros, pero tropezó con sus propios pies, cayendo sobre la espalda de Sherlock, abrazándole por reflejo. El moreno cogió sus manos como reacción a algo inesperado, y ahí las mantuvo, cogiéndolas ahora con una sola mano, e indicando con la otra a un distraído John lo que había dibujado en tan poco tiempo.
¿Qué has dibujado, Sherlock? No entiendo qué quieres decirme.
El menor bufo, cansado ya de no poder comunicarse, y también frustrado ante la falta de entendimiento de John. Cogió a John como estaba en su espalda y lo levantó del suelo. John no sabía dónde cogerse para no caerse.
- ¡Sherlock, me vas a tirar! ¡Sherlock...! ¡Sher...!
El moreno los tiró a ambos sobre la cama.
Sherlock empezó a golpear la almohada con rabia. John no sabía qué hacer, se sentía tan impotente... Así que hizo lo primero que le dijo su corazón. Deslizó su brazo por la cintura de Sherlock y lo dejó ahí. A los pocos segundos, una mano helada cogió la suya, mucho más cálida. John sonrió ampliamente ante esta reacción, y sabiendo que Sherlock estaba nervioso, lo notaba, y no sólo por el ritmo de sus latidos, dijo a fin de tranquilizarlo:
- Encontraremos una solución. Confía en mí.
Y eso era todo lo que Sherlock necesitaba escuchar.

¡Qué buen culo!

John entró en la habitación y se encontró a Sherlock frente al espejo.
- ¿Qué haces?
- ¿Me queda bien?
John no pudo evitar soltar una sonora carcajada.
- ¿De qué te ríes?
- De la fila de hormigas que tienes encima del labio.
- ¿Ironía?
- No se te escapa una.
- ¿Ironía de nuevo?
- Sí, Sherlock. Tengo un irónico día - dijo sin parar de reír. Adoraba estas conversaciones matutinas, parecía que rejuvenecía veinte años.
- Bueno, ¿pero cómo me queda? - insistía el moreno.
- ¿Realmente quieres mi opinión?
- Sí, claro. Si no, ¿por qué iba a perder el tiempo preguntándote?
- Oye, ¡qué no eres el único que está ocupado!
- ¿Y en qué estás ocupado tú ahora mismo?
- En verte.
John no tardó en arrepentirse de haber dicho eso.
- Estás un poco raro, eso es todo. Tengo que seguir... trabajando.
- John... - Pero ya no se encontraba en la misma sala.
- ¿En verte? En veeer... teee? ¿Pero en qué estaba pensado? En serio, ¿en qué?
- John!
- ¡En la habitación!
- ¡John!
- ¡Deja de gritar!
- Pero tú también estás gritando - dijo abriendo la puerta lentamente.
- Sherlock, ¿estás bien? Espera, ¿te has afeitado?
- Sólo quería cambiar para ti - dijo con unos ojos tristes que llegaron hasta John.
- No seas bobo, ven - dijo indicándole con la mano sin dejar de mirarle.
Y se fundieron en un abrazo tan tierno que ambos se estremecieron.
Al día siguiente...
- Sherlock, ¿qué hay en la nevera?
- Ah, eso. Es una cabeza. No la tires, la estoy utilizando.
- Sherlock, Sherlock. ¿Qué voy a hacer contigo? - dijo tras un suspiro.
- ¿Decías?
- ¡Qué si te apetece chino! - dijo sonriendo ampliamente.
Sherlock apareció vistiendo su ropa de científico.
- Claro. Me cambio y nos vamos.
Mientras el menor volvía al salón John se le quedó mirando casi sin darse cuenta.
- ¡Qué buen culo te hacen esos pantalones! ¿Qué? ¿Quién ha dicho eso? Menos mal que no me ha escuchado - dijo un tanto azorado desabrochándose el primer botón de la camisa.
Se levantó a coger su chaqueta cuando Sherlock apareció por detrás de la nada.
- ¡Qué buen culo! - dijo dándole un suave cachete en el trasero con una sonrisa de oreja a oreja que acabó en una gran carcajada.
Kawaii Cute Kaoani Writing Poem