domingo, 27 de septiembre de 2015
lunes, 16 de febrero de 2015
Quién mejor
QUIÉN
MEJOR
Disclaimer:
Los personajes a continuación no me pertenecen, son del universo de Sir Arthur
Conan Doyle y la adaptación de la BBC.
Warning:
Spoilers de la 4ª temporada.
Characters:
Sherlock & John. Pareja establecida.
Rating:
K+
Mi aportación al International Fanworks Day 2015. Es complicado
imaginar a Sherlock idolatrando a otro ser humano o descarga sináptica que no
sea suya. Más raro le resultó a John.
Fish and Chips, porque comer
palomitas está sobrevalorado.
—¿Qué haces, amor?
—Esperar que dejes de llamarme
como una ciudad a la inversa.
El doctor obvió el comentario a
las tres de la mañana. Se había desvelado, sintiendo un inmenso vacío a su lado.
Atravesó descalzo el conocido pasillo de Baker Street y ahora estaba apoyado en
el marco de la puerta viendo cómo su marido prácticamente se comía la televisión.
Frente a sus ojos, un detective
victoriano se hacía dueño y señor de la pequeña pantalla.
—¿Y eso? —musitó John
sorprendiéndose.
—Spoiler
—rio Sherlock entre dientes.
---
Buen día/tarde/noche
a todas las personas que me leen.
Espero que les guste
este relato tan cortito, es para ustedes.
¡Disfruten!
domingo, 9 de septiembre de 2012
Insomnio Cap. 7
Cap. VII Polilla a la llama
Traducción autorizada de Insomnia de Damagoed.
John Watson no
puede dormir. Sabe que en la habitación de abajo Sherlock Holmes está tendiéndose
en su cama, con los ojos cerrados, pero despierto.
No puede
dormir porque sabe que Sherlock va a usar esos elegantes pantalones de pijama
de seda verde y su albornoz de seda gris. John sabe que la seda cubrirá los delicados
huesos de Sherlock como un velo.
Esta noche
John no puede dormir, no por los terrores de sus sueños. Esta noche John no
puede dormir por el terror de encontrarse despierto y solo en su habitación del
ático. Los tres metros más o menos que lo separan de Sherlock bien podría ser
la distancia desde el comienzo hasta el final de los tiempos. Porque es una
distancia de John nunca puede atravesar.
John no puede
dormir porque sabe que Sherlock es la ardiente y brillante llama y él es la
opaca polilla marrón revoloteando a su alrededor. Eventualmente será quemado en
el brillo de la llama. Pero todo valdrá la pena, aunque sólo sea por el breve
tiempo en el que puede extender la mano y tocar.
No puede
dormir porque sabe que lo que está pensando no es, por sus propias normas, seriamente
bueno.
Cada noche,
cuando John Watson no puede dormir trata de recordar cómo era su vida antes de
conocer a Sherlock. Y cada vez recuerda el negro mundo de la desesperación, sin
llama para guiarlo, ninguna posibilidad de ser quemado por la luz, porque sólo
había oscuridad. Cada vez lo recuerda, y poco a poco se queda dormido.
sábado, 8 de septiembre de 2012
Cómo unir a una pareja en dos pasos
- Ellos se quieren - dijo John
bajando el periódico.
- ¿Qué? - contestó Sherlock volviendo
de sus pensamientos.
- Mycroft y Lestrade.
- ¿Otra vez con eso, John? Desde
que estamos juntos no dejas de ver parejas en todas partes - bufó.
- Vamos, seguro que hasta tú
puedes verlo... Bueno, puede que no - se corrigió ante la mirada de incredulidad
de su compañero. - Tengo un plan. Nos dividiremos el trabajo. Yo se lo diré a
Lestrade y tú a Mycroft. ¿Bien, no? Pues voy a vestirme.
John prácticamente huyó antes de
que Sherlock pudiera oponerse.
El rubio salió de casa sin ver a
su novio. Supuso, o más bien esperó, que estuviese llevando a cabo su cometido.
Y se dirigió al suyo.
Llegó a Scotland Yard, pero
Lestrade no se encontraba allí. No le gustaba la idea de decir este tipo de
cosas por móvil, pero tampoco la de esperarle hasta que volviera y, por
supuesto, dejarle un recado a su secretaria estaba descartado. Así que le mandó
un mensaje.
Mycroft necesita de tus servicios. Contacta con él cuando te sea
posible - JW
Al darle a enviar pensó en el
posible doble sentido del mensaje, pero ya no podía borrarlo, así que levantó
los hombros ante ese pensamiento y se fue a casa. ¿Cómo le estará yendo a Sherlock?, pensó.
Sherlock se encontraba a las
puertas de la mansión de Mycroft. La seguridad estaba de cambio de turno, así
que aprovechó para entrar por la puerta de servicio. No se veía a nadie. Mejor, pensó Sherlock.
Ya estaba en la casa, pero no
tenía nada pensado. ¿Qué haría para llevar a cabo el propósito de John? Y su
mente se iluminó.
- Un contenedor de basura, eso es
- musitó.
Llamaron a la habitación de
Mycroft, y al abrir la puerta, éste se encontró un regalo de un metro por metro y medio, con un lazo enorme
y un gran PARA MYCROFT escrito con
rotulador. Lo abrió allí mismo, la intriga era demasiado grande para esperar. Y
su sorpresa resultó ser mayor que su intriga...
- ¿Un contenedor de basura? - soltó
enarcando una ceja.
Y al comenzar a abrir la tapa,
Sherlock salió como un resorte, con un cartón en las manos que decía:
LE GUSTAS A LESTRADE, y un número de teléfono justo debajo. Mycroft
cogió el cartón al vuelo, cuando su hermano lo tiró al aire antes de deslizarse
grácilmente por la barandilla de la escalera.
Se quedó mirando el cartón,
acostumbrado ya a las excentricidades de su hermano, y marcó en el móvil con
una sonrisa... ¿Lestrade? Soy Mycroft. ¿Estás
libre...?
Cuando Sherlock llegó a casa,
John se encontraba tumbado en el sofá, medio dormido. Se tumbó a su lado,
haciendo un hueco con su cuerpo para que el ex-militar pudiera reacomodarse.
- ¿Habrá funcionado? - preguntó
John contra su pecho.
- Seguro - respondió Sherlock
sumergiendo su cara en el dorado pelo.
Cosmopolitan
Era
sábado. No había casos. Nada en la televisión. El mundo parecía más aburrido
que de costumbre...
Sherlock
empezó a tocar su violín, pero la melodía que emitía era tan estridente que era
más que evidente su desesperación.
- ¡No puedo
más! - gritó John levantándose del sillón con brusquedad.
Sherlock paró
en seco, con cara de no entender su reacción.
- ¿No te gusta
tanto la música? Pues nos vamos al karaoke - dijo más exasperado que de
costumbre, dirigiéndose hacia su habitación, no dando lugar a ninguna
respuesta.
- ¡Vamos,
vístete! - volvió a gritar sacando la cabeza por el umbral de la puerta.
Sherlock
resopló sonoramente.- John y sus fantásticos planes - dijo en voz baja. Y fue a
su habitación a cambiarse de ropa.
- Cutre - no
tardó en decir Sherlock, nada más ver la puerta del karaoke.
- Espérate a
entrar por lo menos - suspiró John.
- Cutre - dijo
de nuevo al ver el interior.
John respiró
profundamente y se dirigió hasta una mesa libre que había divisado. Sherlock le
seguía, observándolo todo.
- Dos
Cosmopolitan y el libro de canciones, por favor - pidió el mayor al primer
camarero que localizó.
- Está bueno -
dijo John ante la cara interrogativa de su compañero.
Sherlock miró
para otro lado, disimulando una sonrisa.
- ¿Qué quieres
cantar? - le preguntó el rubio, enseñándole el libro de canciones.
Sherlock se
volvió, y mirando fijamente los ojos de John, señaló una al azar.
- Ésta - dijo
simplemente.
Los cócteles
llevaban un rato en la mesa, pero Sherlock no bebería hasta que lo hiciera
John.
- Salud - dijo
el rubio alzando la copa. Sherlock la chocó con la suya, con una falsa sonrisa.
Se veía a la legua que no estaba cómodo, al contrario que John, que parecía estar
en su salsa viendo cantar a unas chicas de al lado.
- ¿Y desde
cuándo te gustan estos sitios? - preguntó Sherlock, molestó al sentir que John
no estaba pendiente de él.
El mayor
volvió a mirar a su compañero. Estaba...
¿celoso? No, no podía ser.
- Desde que
vine con una ex - dijo mirando la pantalla. Pudo ver la mueca de enfado de
Sherlock por el rabillo del ojo, y bebió de su cóctel, aún en su mano, con
satisfacción.
Sherlock le
imito. El sabor no parecía desagradarle.
No tardaron
demasiado en acabárselos, esperando su turno para cantar.
- Otros dos
por aquí - pidió John al mismo camarero, mientras le explicaba al moreno la
mecánica del sitio.
Y cuatro
pasaron a ser ocho, y ocho dieciséis.
No quedaba un ápice
de sobriedad en sus cuerpos cuando les tocó cantar. Y además, una canción de
enamorados. El destino parecía también haber bebido demasiado.
La canción fue
un completo desastre. Normal, teniendo en cuenta que ninguno de los dos sabía
cantar.
Cuando ésta
acabó, John corrió al baño. Tenía demasiado líquido en su interior. Sherlock le
siguió. Pero John se equivocó, y Sherlock con él, yendo a parar al baño de
señoras.
Al entrar,
John resbaló con un pintalabios olvidado en el suelo, cayendo al suelo. Y
Sherlock, como un dominó, cayó sobre él, acabando desparramados por el suelo.
Después de
reírse durante un rato, se quedaron en silencio, mirándose.
Sin saber porqué,
John cogió el causante de su caída, justo a su lado, y pintó los labios del
moreno de un rojo intenso.
Sherlock no
opuso ninguna resistencia. Ni tampoco cuando John lo cogió de los brazos para
ayudar a levantarle, y se quedaron frente al espejo.
Ni tampoco
cuando abrió su camisa sin prisa para, una vez su torso estuviera libre,
escribir sus sentimientos en él con el pintalabios tan certeramente puesto en
su camino.
Te quiero,
podía leerse en el reflejo del espejo.
Te quiero,
pudo leerse en el dulce sonido de sus labios al tocarse.
En todo el
tiempo que llevaban allí no había entrado ni una sola persona...
Un hijo para John
John se despertó en
mitad de la noche, pero no por una de sus pesadillas. Simplemente se le acabó
el sueño.
Sherlock no estaba a su lado. No
era para preocuparse, pero decidió buscarle. Y lo encontró en el baño,
mirándose muy de cerca en el espejo.
- Sherlock, vuelve a la cama - le
dijo envolviéndole la cintura. Ahora ambos se miraban en el espejo.
- Me hago viejo, John - dijo
Sherlock en un melancólico hilo de voz.- Y no puedo darte el hijo que tanto
quieres.
Los ojos de Sherlock se rindiendo
a las lágrimas, que buscaron consuelo en el hombro de John. Su corazón se
desgarró. Ver a su amigo, su novio, su vida, destrozado de aquella manera, le
partía el alma.
- Vamos a la cama, Sherlock -
dijo de nuevo, sonando casi como una súplica.
Sherlock no tenía fuerzas para
nada, y menos para contradecir a John. Y volvieron juntos a su dormitorio.
Ya en la cama, John abrazó a
Sherlock contra él con todas sus fuerzas, tratando de absorber su pena, aunque
él tuviera la suya propia.
- Encontrarás una solución,
Sherlock. Siempre lo haces - dijo dándole un beso en sus densos rizos.
Pasaron los minutos y se fueron
quedando dormidos. Tal era su sueño que en el reloj sonaron las doce del
mediodía cuando John abrió los ojos, un poco sobresaltado.
- Sherlock. Sherlock, despierta -
dijo casi entre susurros acariciándole la mejilla con suavidad.
- ¿Se está quemando la casa? - farfulló
aún muy dormido.
- ¿Y si tienes un hijo con mi
hermana? - preguntó John con un tono de voz esperanzado.
- No voy a acostarme con tu
hermana, John. Yo soy gay, ella lesbiana, yo te quiero a ti, y no me da la gana
- respondió Sherlock con los ojos aún cerrados.
- Sherlock, despierta, que no me
estás entendiendo - pidió John volviendo a acariciarle la mejilla.- No tienes
que acostarte con ella, sólo darle tu semen. El niño se parecerá a los dos,
porque es mi hermana. Aunque eso es una tontería, da igual a quién se parezca,
lo vamos a querer igual. Además, Harry hace mucho que no bebe, así que todo
está bien. Bueno, falta preguntárselo, pero seguro que dice que sí. O bueno, tú
puedes convencerla. Seguro que puedes... ¿Qué contestas?
- Una idea grandiosa. No me
equivoqué cuando dije que eras el mejor conductor de luz - contestó Sherlock
abriendo mucho los ojos. Puedes empezar con todas las gestiones. Sólo una cosa.
La cara jubilosa de John se tornó
dubitativa.
- ¡Déjame dormir! - dijo Sherlock
cerrando los ojos de nuevo y girándose, dándole la espalda a John. Pero John no
se enfadó. Le dio un beso en el hombro y se durmió en un abrazo. Sabía que
Sherlock estaba encantado con el plan. Sólo necesitaba dormir.
- Te quiero John - dijo Sherlock
en sueños.
- No tanto como yo - dijo John
aún un poco despierto.
Sueño de una noche
Sherlock
Te despiertas. En realidad no has
dormido. No tienes sueño. Estás acostumbrado. Vas al salón, pero no hay nadie.
Es tarde. ¿Qué hora será? No tienes reloj, pero no importa. Vas a su
habitación. La puerta está abierta. Puedes verle hecho un ovillo. Parece tener
frío. Te acercas y tocas su frente. Está ardiendo. No sabes bien qué hacer, tú
no eres el médico. Abres el armario lentamente, para que no se despierte. Te
falla la muñeca y una manta cae sobre tu cabeza. Giras para comprobar. Sigue
dormido. Suspiras y recoges la manta que se ha caído. La estiras sobre él y te
metes debajo, tumbándote a su lado. Le abrazas, compartes tu calor en ese
abrazo.
Son las seis y está amaneciendo.
Pronto abrirá los ojos y no quieres que te vea ahí, a su lado, en ese abrazo. Ha
dejado de temblar, se pasó toda la noche temblando. Tocas de nuevo su frente.
No hay rastro de fiebre. Te escurres entre sus brazos, que ahora te abrazan. Le
cubres con la manta y vuelves a tu cama. A tu solitaria cama.
El cuerpo es un lacayo que al
cerebro obedece. Tu cuerpo te obedece, siempre lo ha hecho.
Entonces,
¿por qué ahora se rebela? Piensas ya en sueños. No sabes cuánto durará esto,
esta situación que amas y odias al mismo tiempo. No puedes saber hasta cuándo
aguantará tu cuerpo, pero sí que por John arriesgarías todo y más en el
intento.
John
Notas el calor del sol en
tu espalda. Te notas pesado, te giras y ves la manta. Miras directo a la
puerta. No puede ser, susurras, pero vas hacia ella. Sigues caminando, llegas a
su habitación. La puerta está cerrada, pero la abres igualmente, con sigilo,
con precaución. Lo encuentras estirado, muy estirado, tanto que puedes ver su
costado, lastimado. Te arrodillas a su lado, determinas que no es grave, pero
sigues preocupado.
Un movimiento, su brazo, te
atrapa con descaro. No puedes moverte, sus ojos han empezado a verte. Puedes
verte en ellos, cada vez menos lejos. Aceptas una invitación no formulada, al
menos con palabras. Se acurruca en tu pecho, suave y lento. Acaricias su
ondulado y hermoso cabello.
No sabes cómo empezó esto, cómo
cada día los mismos movimientos. Le ves dormir. No importa. Nada importa. Puede
que mañana todo cambie, que no se estremezca en tu cuerpo. Que se aleje como
extraño al sentimiento, y te aferras a este momento. No le dejarás partir, no
le dejarás hacerlo.
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