sábado, 28 de julio de 2012

Olaza de calor Cap. 1

Cap. I Quítate la ropa
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La primavera había llegado al 221B de Baker Street, pero con una ola de calor adosada a su costado. El calor era insoportable en toda la ciudad, aunque en unos lugares más que en otros, quién sabe por qué. Quizá el corazón tenga algo que ver…
- ¡Qué calor! - dijo John quitándose el jersey.
- Es una ola de calor, John. Pasará en un par de días.- dijo Sherlock concentrado en su violín.
- ¿Y cómo lo sabes, por el color de las nubes? -preguntó John, más alterado que de costumbre.
- Lo ha dicho el hombre del tiempo - dijo el moreno levantando una ceja.
- Pero es que es insoportable - volvió a quejarse John.
- Pues sigue quitándote ropa - dijo Sherlock todavía distraído.
- No voy a quitarme la ropa. ¡Pero bueno! - y se fue a su habitación con más nerviosismo que indignación.
- ¡Cómo que me quite la ropa! ¡Será indecente! - gritaba John desde su habitación, a fin de que su compañero también lo escuchara.
Mientras tanto, el susodicho se encontraba tumbado en el sofá, ya sin su violín, riéndose a carcajadas ante la reacción tan desmesurada de su amigo.
Cuando ya se hubo reído lo suficiente bajo su criterio, se dirigió a tomar una ducha para sobrellevar el sofocante calor. Porque aunque fingiera inmunidad delante de John, en realidad se estaba derritiendo como él.
Pero encontró que la ducha podía no ser tan refrescante como pensaba.
- ¿Qué haces? - dijo John tapándose con la cortina de la ducha.- ¿No ves que estoy dándome una ducha? - siguió protestando.
- ¡Ahora sí! - dijo Sherlock tranquilamente, realizando un escaneo del cuerpo de John.
- Si quieres nos bañamos juntos - soltó el moreno de sopetón, desabrochándose la camisa.
- ¡Por supuesto que no! ¡Fuera de aquí! - gritó John, señalando la puerta con la mano libre.
- ¡Qué irascible! - dijo Sherlock mientras salía por la puerta del baño.
- Ahora que empezaba a ser divertido… - pensaba Sherlock en voz alta, tumbado ahora sobre el suelo, considerablemente más fresco que el sofá.
Con el calor que hacía no había ni trabajo, y el poco entretenimiento, que era principalmente importunar a John, hacía semanas que no tenía el mismo sentido.
John salió de la ducha con el pijama puesto.
- ¡Sigues con ropa! - dijo Sherlock sin cambiar de posición.
- ¿Esperabas verme desnudo? - contestó John siguiéndole la corriente.
- La verdad es que no - dijo el menor juntando las manos y mirando ahora hacia el techo.
- ¿Y tú por qué sigues vestido? - preguntó John dejándose caer en su sillón.
Sherlock se puso de pie de un salto y empezó a quitarse la ropa.
John sólo se quedó mirando, con sus ojos fijos en él, sin saber el porqué.
- ¿Más feliz? - dijo Sherlock cuando hubo terminado, abriendo los brazos en cruz para que el mayor pudiera verle con claridad.
John tardó unos segundos en reaccionar.
- ¿Y bien? - volvió a preguntar Sherlock con insistencia.
- ¡Oh, tápate! – dijo con una risa nerviosa mientras le tiraba un cojín a la entrepierna.
- Aclárate - dijo cogiendo el cojín al vuelo. Acto seguido se tumbo de nuevo, aunque ahora tenía los brazos cruzados sobre su espalda y el pequeño cojín sobre el lugar al que iba destinado.
- Estás para pintarte - rio John, que desde su posición tenía una perspectiva privilegiada.
- Tus dotes pictóricas no son un valor por el que apostar... en cambio, en lo referente a la cocina... ¿dónde vas ahora? ¿Te has vuelto a enfadar? - dijo Sherlock levantando un poco la cabeza.
- Voy a poner en práctica mis dotes... ¿qué quieres cenar? - dijo John con la calma que le caracterizaba.
- A ti - dijo Sherlock, quién como una gacela se había situado justo detrás de su compañero, susurrándole tan cerca que al rubio se le cayeron todos los platos que acababa de coger.

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