- Buafff… ¿Qué es esto? – dijo
Sherlock escupiendo el sorbo de leche que acababa de tomar sobre la cara de
John.
- ¡Mira cómo me has puesto! ¡Me
lo acababa de poner! ¡Es leche y se bebe! - respondió John limpiándose la cara
con la servilleta.
- Esto no es mi leche - siguió
protestando Sherlock, examinando minuciosamente el contenido del vaso a
contraluz.
- No es tu leche, es de soja, pero
sigue siendo leche. ¡Bébetela!
- ¿Por qué me has cambiado la
leche, John? ¿Tu nueva novia te ha dejado y lo estás pagando conmigo? - dijo
Sherlock interrogante.
- Es leche de soja. Es buena para
el corazón. Así que deja de jugar con ella y bébetela de una vez - respondió
John sin alterarse. Estaba más que acostumbrado a las rabietas de su compañero.
Pero el moreno siguió con la
cantinela.
- ¿Ves que esté enfermo de
corazón? ¡Oh, sí...espera! ¡Me está dando un infarto! ¡Mira John! ¡Ah, no! ¡Que
no me pasa nada! - dijo con una sonrisa falsa y masticando sus palabras,
pretendiendo expresar un tengo razón,
como siempre. Pero John no se echó atrás.
- No voy a volver al supermercado
hasta mañana. Si quieres tu leche tendrás que ir tú a por ella - dijo el mayor acomodándose
en su sillón, con cara de a ver quién
puede más.
Ante la actitud de su compañero,
Sherlock supo que había perdido esta batalla... pero no la guerra. Hizo un
mohín infantil y se terminó la leche que quedaba en su vaso. John sonrió
satisfecho desde su cómoda posición. Pero, ¿de verdad había ganado?
Más tarde, cuando el rubio se
disponía a darse una ducha...
- ¡Ahhh! ¡Sheeerlooock! - gritó
desde el cuarto de baño.
- ¡Dime, John! - respondió el
moreno, sin dejar de mirar por su microscopio.
John llegó en albornoz y muy
agitado hasta la mesa del salón, donde su compañero seguía como si nada.
- ¡Por qué hay una cabeza en la
ducha! - gritó el mayor, aunque se encontraba a su lado.
- Un experimento - dijo Sherlock,
mirándole y curvando sus labios hacia arriba.
- ¿Te molesta? - siguió diciendo,
mirándole fijamente, sin cambiar su expresión.
John dio un sonoro bufido y se encaminó
hacia la cocina.
- ¡Sácala de ahí! ¡Ya! - siguió
diciendo el rubio mientras abría la puerta del frigorífico.
La sonrisa de Sherlock se
pronunció aún más.
- Sheeerlooock!
Sherlock 1 John 0
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