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- ¡Despierta John, despierta,
despierta...! – dijo Sherlock cerca de su oído.
Y al ver que esto no funcionaba, le vació
una jarra de agua fría sobre su cara.
- ¡Aghaphag! ¿Qué pasa, qué pasa? ¿Pero a
ti qué te pasa? ¿Quieres ahogarme? – dijo John sobresaltado.
- ¡Hoy es San Juan! ¡Vamos! – insistió el
moreno zarandeándole, aunque éste seguía medio dormido.
- ¡Au! ¡Estate quieto ya! ¡Estabas más
guapo durmiendo! - dijo ruborizándose al escucharse.
Sherlock le dedicó una pequeña sonrisa
orgulloso mientras se giraba.
- ¿Qué es esto? – John miró extrañado el
libro que se encontrada encima de la almohada. ¡Español para dummies! ¿Para
dummies? ¿Sher...? - pero Sherlock ya se había esfumado.
- Uhm… Bueno, ya que está aquí... ¿Cómo se
dirá cabezota?, ¿y orgulloso?, y...
Un
par de horas después...
- ¿Dónde te has metido? ¡No puedes
desa...desaparecer así! – John era bueno con los idiomas, pero necesitaba un
mínimo de tiempo para salir del paso.
- ¡Vamos! ¡Hay una fiesta en la playa! –
dijo Sherlock casi eufórico, obviando la pregunta.
- ¡Tú odias las fiestas! – respondió John
secamente.
- ¡Pero en ésta hay fuego! – dijo el
moreno con los ojos chispeantes.
A John le dio un ataque de risa.
- ¿Ocurre algo? - dijo Sherlock algo
escéptico.
- ¡Vámonos antes de qué se apague! - dijo
aún entre risas cogiendo al menor de la manga de la camisa.
Ya
en la playa...
- ¡Mira John! ¡Mira! ¡John, no me estás
mirando!
- ¡Qué sí te estoy mirando! ¡No seas crío!
¡Ten cuidado! ¡Te vas a quemar! - decía elevando la voz hacia un Sherlock
despreocupado saltando la hoguera.
Y
la noche llegó entre fuego y agua...
- ¡Al final te has quemado! – dijo John
con tono paternal.
- ¡Au! ¡Pero no con el fuego! ¡Auu! ¡Con
cuidado! – se quejaba Sherlock al contacto de su piel quemada con las manos de
John, embadurnadas en after-sun.
- No seas tan quejica. Esto te pasa por no
hacerme caso y no echarte crema... ¡Eh! ¿Dónde vas ahora?
- ¿Al agua? ¿Te vienes? – dijo Sherlock
como si tal cosa.
- No... Yo... – a John le asaltó la duda.
Sherlock se acercó, se arrodilló a su
lado, se mojó los labios con agua y le dio un húmedo beso en el puente de la
nariz. John cerró los ojos instintivamente. Cuando los abrió, Sherlock se
encontraba ya muy lejos de él, nadando en un mar de gente.
- ¡Au! - en ese momento el mayor se dio
cuenta de que él también se había quemado... y de algo más.
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- ¡Me muero de hambre! - dijo Sherlock
nada más volver, sacudiéndose como un perro.
- ¿Qué es todo esto? - señaló
extrañado.
- Son cosas que he comprado en una tienda aquí
al lado mientras tú te creías una sirena. Mira: esto es una sombrilla, esto dos
esterillas, esto una tienda de campaña...
- Ya, ya. ¿Y la comida? - dijo rebuscando
por todos lados.
- Aquí, está aquí, deja de revolverlo todo
– dijo John volviendo a poner las cosas en su sitio.
- No me gusta – no tardó en decir Sherlock.
- Pruébalo primero – contestó John
pacientemente.
- No – volvió a decir el moreno.
- Sí – insistió John.
- Nogoht...
John le había metido el tenedor con comida
en la boca, aprovechando que estaba abierta.
- ¡Trágatelo! ¡Venga! – insistió John una
vez más.
Sherlock tragó finalmente la comida, no
sin cara de niño enfadado.
- Así me gusta - dijo John satisfecho y
con una sonrisa vacilante.
- Aaah - Sherlock abrió la boca en forma
de a.
Ante la cara de escepticismo de John
siguió con la intentona.
- Aaah.
John por fin comprendió la situación, y
tras algunas dudas, accedió a la graciosa petición.
- ¿No piensas comer solo nunca más? – dijo
el mayor con tono burlón.
- No finjas que no te gusta – respondió el
moreno levantando una ceja en gesto de yo
sé que te gusta y dando otro bocado a la tortilla.
John carraspeó un poco y volvió a su
compostura, no sin un fugaz cruce de pupilas y rubores.
Cuando ya hubieron terminado de comer, una
para John, una para Sherlock, sonó no muy lejos una canción de guitarra.
- Ya recojo yo... tranquilo... no te
preocupes...- dijo John con tono irónico.
- ¡Gracias! - respondió Sherlock, dándole
un pequeño beso en el labio inferior, y echando a correr hacia la música.
John se quedó con una tonta sonrisa en los
labios mirando cómo su compañero se alejaba radiante como cuando estaban en
mitad de un gran caso.
Tan ensimismado que no se dio ni cuenta
cuando esos ojos grisáceos se encontraron de nuevo junto a él.
- ¡Ven, vamos, date prisa, qué empieza!
Sherlock le cogió de la mano y le llevó
hasta la hoguera.
- ¡Va a empezar el ritual! dijo el menor
entusiasmado.
- ¿El qué? - preguntó John sin comprender.
- Shuu. Qué empieza. Y todos se dieron la
mano, ante la incomprensión de John.
Una joven que se encontraba a la izquierda
del mayor empezó a recitar algo, ante lo que éste dio un repullo y su compañero
tuvo que morderse un poco la lengua para intentar amortiguar la risa.
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