sábado, 30 de junio de 2012

¡España, allá vamos! Cap. 4

Cap. IV No puedo... te quiero
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Sherlock corrió hasta donde se encontraba.
- ¿Te has hecho daño? - dijo elevando un poco la barbilla de John. Y el tiempo se paró, envueltos en un silencio tan sólo roto por un quejido.
- ¡Ay! - dijo John suavemente sin apartarse de su mano.
Sherlock se inclinó más aún hacia él, tanto que dejó que se entreabriera un poco la toalla que le cubría.
John se agobió de pronto y se alejó de él, quedándose sentado donde estaba.
Sherlock, a su vez, se dejó caer en el suelo, tumbado boca arriba, con la mano que antes sostenía el rostro de John, ahora cubriendo el suyo.
Pero estaban demasiado cansados para pensar, cenar o cualquier cosa, así que sólo durmieron.
Sherlock se quedó en la misma posición, pero John, aún un poco sin saber qué hacer, apoyó su cabeza en el colchón, y ahí, por fin se durmió.
Era aún de noche cuando John despertó, todo dolorido por la mala postura, cuando vio a Sherlock en el mismo lugar, pero ahora acurrucado por el frío. Pensó en subirlo a la cama, pero dudaba si podría con él, así que para no despertarle se quitó la camisa y cubrió el torso del menor. Se quitó el cinturón para no hacerle daño y lo abrazo para darle calor, acomodándolo en su omóplato.
- Te ves tan dulce así - pensó para sí. Y volvió a dormirse.
Salían los primeros rayos de sol cuando John abrió los ojos de nuevo, pero esta vez encontró los de su compañero bien abiertos, mirándole.
Sherlock acercó su mano hacia el labio de John esta vez.
- Está hinchado - dijo mirándolo fijamente como cuando lo hacía por el microscopio. Y se levantó para ir hasta el congelador del mueble bar y volver en un abrir y cerrar de ojos con una bolsa con hielo.
- Ven - dijo acercándose de nuevo hasta él, con la mano izquierda sobre su pómulo derecho y la derecha con la bolsa sobre la herida con la mayor delicadeza posible.
Entonces Sherlock depositó un profundo beso donde antes se encontraba su mano, acompañado de algo más.
- ¿Lágrimas? - pensó John. No entendía nada.
Sherlock se encerró en el baño, de nuevo. Las lágrimas caían por la comisura de sus labios, que no paraban de decir casi para sí: - no puedo, no puedo..., mientras su mente le atormentaba con: te quiero, te quiero...
Mientras, John seguía como si estuviera clavado al suelo. Tenía en una mano la bolsa con el hielo, y la otra donde segundos antes había estado la de Sherlock.
Tal era el desacuerdo entre la cabeza y el corazón del moreno que su mente no pudo más, y se reseteó.
- ¿Dónde estoy? - se pregunto a sí mismo en el mismo baño donde se hallaba desde hacía ya un buen rato.
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Salió del baño exactamente igual a como entró en él, con la toalla en la cintura, pero con un rostro más sereno.
- John, prepárame un té - dijo como de costumbre.

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