- Me aburro – SH
- Me aburrooo – SH
- Me muerooo – SH
- No, sólo era más aburrimiento – SH
John mira el móvil por enésima
vez. Sherlock no deja de escribirle SMSs absurdos y no puede concentrarse. Está
en una conferencia y le van a llamar la atención.
- ¡Maldita sea, Sherlock! Yo también te echo de menos, pero no te ando
incordiando – JW
No recibió más mensajes en todo
el día.
Por la noche, cuando llegó al
hotel donde se alojaba, empezó a preocuparse. Era realmente extraño que
Sherlock estuviera tanto tiempo sin hacer eco de su aburrimiento.
- ¿Te encuentras bien? – JW
- No me asustes – JW
Pasaron las horas y no obtuvo
respuesta. Estuvo toda la noche sin dormir.
Nada más amanecer, dejó una nota
en recepción disculpándose por problemas familiares y cogió el primer tren a
Londres.
Cuando entró en casa, todo estaba
extrañamente silencioso. Buscó a Sherlock por cada habitación, y al no
encontrarlo, fue a su dormitorio a dejar la maleta.
Llamaría a Scotland Yard
enseguida. Con suerte estaría en un caso. Pero no hizo falta.
Desde el umbral de puerta vio una
silueta sobre su cama, y lo supo.
Se acercó sin hacer ruido hasta
él y le vio, tendido sobre las sábanas, abrazando la almohada, y lo más
importante, respirando.
John, aliviado, esbozó una
pequeña sonrisa, pero pronto se desvaneció. Notó que la cara de Sherlock
mostraba restos de lo que hacía no mucho habían sido lágrimas.
La tristeza empezó a conquistar
su corazón, y su mano se dirigió casi automáticamente hacia su rostro,
dibujando con sus dedos el camino ya pintado.
Con cuidado de no despertarle, le
dio un casto beso en la comisura de los labios, y aprovechó para mirar cómo
dormía, tan bello y callado.
- ¡Te he echado tanto de menos,
mi querido Sherlock! – dijo casi para sí.
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