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- ¡Sherlock, nos ha tocado! –
gritó John entrando en la sala con la respiración acelerada.
- ¿El qué? – lo miró extrañado.
- ¡El viaje a España!
- ¿El q… qué? – ahora lo miraba
con cara de qué me estás contando.
- La semana pasada me dieron un
cupón en el súper para un sorteo. No creí que nos tocara, pero lo rellené. ¡Y
el premio era un viaje a España! ¡Qué ilusión!
- Uhm… un país interesante. Tiene
una fiesta en verano que llama especialmente mi atención. Creo que se llama
Saint George, Sant John… San Juan, eso es. ¿Podemos ir a verla, podemos? –
cambió radicalmente su tono de profesor a niño de guardería.
-Claro – dijo con una dulce
sonrisa. Disfrutaba con esa faceta de Sherlock. Ésa que sólo él conocía.
De repente, Sherlock desapareció,
y se oyó la puerta de su habitación cerrarse tras él. John se quedó pensando si
se habría enfadado por algo, pero pronto descartó esa idea. Si hubiese sido
así, se lo habría dicho a la cara, es una de las cosas que le gustan de
Sherlock, es fácil saber cuando está enfadado. Así que se fue a hacer
ganchillo, una nueva afición que le daba algo de paz, que falta le hacía de vez
en cuando.
Clic, clac, pum… - Sherlock, ¿qué
estás haciendo?
Nadie contestó.
El ruido procedía de la
habitación de Sherlock. John golpeó la puerta preocupado.
- ¿Estás bien?
Nadie contestó.
Entonces se le ocurrió una idea.
- ¿Estás bien? Se escuchan ruidos desde tu habitación, ¿qué estás
haciendo? – JW
- He descubierto que tenemos que irnos la semana que viene. Tengo
asuntos que resolver. - SH
- Saldré para la cena. Prepárame algo rico. – SH
Prefirió no seguir preguntando,
no sacaría nada. - Es tan reservado a veces – pensó un poco triste. Pero pronto
se animó. Sherlock iba a cenar, tenía hambre. ¡Lo había conseguido!
- Estas oportunidades en la vida
no se desaprovechan – exclamó para sí satisfecho.
Pasaron dos horas, tres, cuatro…
John se quedó dormido en el sillón. Pero despertó en el sofá tapado con una
manta.
Se sentó extrañado y miró a su
alrededor. Todavía era de noche. Y lo vio. Tumbado a lo largo del sillón, con
la cabeza en el reposabrazos y su mano izquierda colgando hacia el suelo.
Esa imagen del detective despertó
en John una ternura desmesurada.
Por un instante, la luz de la
luna dejó ver una nota sobre la mesa.
Como no despertabas me he comido también la tuya.
Te he comprado comida china. ¿Me perdonas? – SH
- Cómo no hacerlo – pensó John
mientras miraba a su compañero entre sombras.
Su sueño se acababa de esfumar,
así que decidió velar al protagonista del mismo.
Lo tapó con la misma manta que
antes lo cubría a él y se dejó caer en el suelo, cogiendo suavemente la mano de
su compañero, depositándola en su hombro, y acabando acunado sobre el hombre al
que adoraba.
- Me despertaré antes que él
para… - y el sueño lo abatió de nuevo.
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