Era sábado por
la noche y quería ver un programa de fantasmas que echaban en la televisión. ¡Vale!
No tenía nada mejor que hacer y era lo menos aburrido que emitían. John estaba
viéndolo conmigo. Se entretenía con cualquier cosa que echaran. Envidiaba no
ser un poco como él... pero sólo a veces.
El programa no
estaba siendo tan aburrido como esperaba. No era nada espectacular, pero
mientras no pasara nada interesante a mi alrededor podía valer.
Además, John
había apagado todas las luces para darle ambiente. Si le hacía ilusión...
Empezaron los
anuncios, muchos anuncios. ¿De verdad hay tantas cosas que anunciar? Y John
empezó con su discurso de la vida después de la muerte y todo eso... otra vez.
Para alguien tan escéptico como yo, que no creía más allá de la evidencia, este
tema de conversación no tenía ni pies ni cabeza, y en más de una ocasión, y de
dos, se lo había comunicado, pero él seguía y seguía…
- Mira - me
dijo señalando la pantalla. Se escucha en sus grabadoras. No puede escucharse
lo que no hay - siguió insistiendo.
- John, eso
está trucado - le dije bostezando.
- Hagamos la
prueba - me retó. O yo lo consideré como tal. Y sólo necesité esas tres
palabras para ir hasta mi grabadora digital. Sí, tengo una grabadora digital.
Nunca sabes cuándo puedes necesitarla…
Francamente,
todavía seguía en la caja, y ya hacía tres meses que la había comprado. Pero
bueno, me centro, que últimamente tiendo a divagar...
- ¡Vamos,
John! ¡La expedición nos espera! - grite, sin darme cuenta. ¿Cómo iba a saber
yo que eran las dos y media de la mañana? ¡Bah! ¡Detalles!
- No grites -
respondió John en voz baja, apagando la televisión.- ¿De dónde has sacado una
grabadora digital a estas horas? - me preguntó con verdadera curiosidad.
- John, ves
pero no observas. ¿Vienes? - le dije sacando una mini-linterna de mi bolsillo.
Hacía unos días que la estaba buscando, mira por dónde...
- ¡Claro que
voy! - me respondió, sacando su vena de soldado.
Anduvimos por
el salón, con mi linterna como única fuente de luz, y la grabadora encendida.
Yo iba delante, y en un momento dado no pude evitar girarme para asustarle con
la linterna en la cara, imitando a un fantasma. John dio un repullo y un grito
sordo, y acto seguido me pegó un puñetazo en el hombro. ¿Merecido? Mmm… no lo
creo.
- ¡Au, pica! -
dije yo, intentando no reírme, para que no me diera otro.
- Eso por
gracioso - me dijo con el rostro, por lo que podía ver con tan poca luz, entre
enfadado y divertido.
Seguimos
buscando, aunque no sabíamos qué estábamos buscando exactamente, cuando una
pequeña luz pasó por las escaleras.
- ¿Qué ha sido
eso? - pregunté a John, pensando que él también lo había visto. Pero no.
- ¡No creas
que vas a asustarme con esos trucos tan fáciles! - me dijo un poco a la
defensiva. Pero no me dio tiempo a contestarle nada, porque la pequeña luz
apareció ahora delante de él, atravesando la puerta de su habitación.
Me quedé
parado. Nunca antes había visto algo parecido, y por el comportamiento de John,
semejante al mío, diría que él tampoco. Pero tenía que haber una explicación.
Siempre la había.
Nos dirigimos
hacia la habitación de John, y abrí la puerta con cuidado. Me caracterizo por
ser valiente, y a veces un poco kamikaze, pero no tonto.
La puerta se
abrió silenciosamente de par en par, y apunté hacia todos los rincones con mi
linterna, pero allí no había nada.
- Nos lo
habremos imaginado - dijo John poco convencido.
- ¿Qué
probabilidad hay de que dos personas se imaginen lo mismo en el mismo lugar y a
la misma hora? - pregunté, quizá con cierto tono de suficiencia, pero es que su
hipótesis hacía aguas por todos lados.
- ¿Se te
ocurre algo mejor? - me dijo un poco enfadado, aunque pude deducir más temor
que enfado en su voz.
Mi amigo era
en ocasiones demasiado aprehensivo, y en otras muchas un gran cabezota, así que
para qué discutir.
Podría
pensarse que esto es impropio de mí. Yo mismo lo había pensado en ocasiones
similares. La convivencia con John realmente estaba haciendo mella en mí.
- Lo habremos
imaginado. La sugestión es un gran poder - dije volviendo de mis pensamientos,
en los que caía con facilidad.
- Vamos a
dormir, que ya es hora - dijo John con tono cansado entrando en su habitación.
Realmente parecía cansado, pero también desprendía cierto halo de inseguridad,
imperceptible para muchos, pero no para mí.
Bajé las
escaleras hasta mi habitación, y me tendí sobre la cama. Sinceramente, la
situación había puesto en marcha mi poder de deducción, buscando incesante una
respuesta. Una respuesta coherente según las leyes de la física, claro. Nada de
mitos y sandeces.
Cerré los ojos
para descargarlos de tanto esfuerzo a oscuras, pero al abrirlos de nuevo me
esperaba una sorpresa.
- ¿John? ¿Qué
haces aquí? ¿Qué buscas? - pregunté al que creía mi compañero buscando algo en
mi estantería.
Parpadeé por
un instante y ya no estaba. Todo estaba siendo tan extraño...
En ese
momento, la puerta de mi habitación se abrió con cautela, y tras ella apareció
mi compañero.
- Me he desvelado
- me dijo frotándose los ojos. Los tenía rojos, y no por el sueño. Yo sabía que
otra pesadilla le había atormentado, y que esa extraña luz de hacía unas horas
no había hecho más que acrecentarla.
- Podemos
charlar, si te apetece - le dije haciéndole hueco en mi cama. En realidad no
quería charlar. Yo no charlo, contrasto hipótesis, y se me antojó una.
John se tumbó
a mi lado, mirando al techo, ensimismado. No hablábamos de nada, pero la
tranquilidad que se respiraba en el ambiente era suficiente. Suficiente para llevar
a cabo mi experimento.
Cerré los
ojos, sabiendo que John aún los mantenía abiertos, durante un corto período de
tiempo. El mínimo para que pareciera real.
Cuando decidí
que era el momento, deslicé mi cabeza hasta posarla en su pecho. Sentí un
pequeño escalofrío por su parte, pero no abrí los ojos. ¿Qué expresión tendría?
Mi curiosidad aumentaba. ¡Tenía que seguir!
Abarqué su
abdomen con mi brazo libre, pues el otro había quedado bajo mi costado, hasta
quedar prácticamente encima de él. Otro escalofrío le recorrió, ahora, de arriba
a abajo, pero nada más.
Realmente no
sabía que estaba buscando. Sólo fue un antojo que se me ocurrió haciendo
zapping. El aburrimiento puede hacer estragos...- suspire. Pero se estaba
cómodo. Más de lo que pudiera parecer desde fuera. Tan cómodo que me fui
quedando dormido...
Había dormido,
no sé, ¿muchas horas?, porque me sentía extraordinariamente lúcido como pocas
veces.
Me dispuse a
incorporarme, con los parpados aún pesados, cuando me di cuenta de que no
podía. Algo me lo impedía. Y al girarme un poco para intentar ver qué era, pude
ver unos robustos brazos en torno a mí, aferrándome contra su pecho. Enfoqué la
vista, no sin dificultad, para escrutar la cara de quien tan fuertemente me
había apresado, y pude ver la paz personificada en mi amigo.
Tenía que
hacer varios experimentos esa mañana, pero visto el resultado de ése, podían
esperar. Además, se estaba tan bien ahí...
Y ése fue el
último pensamiento en mi cabeza antes de volverme a dormir...
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