El
aburrimiento era colosal, incluso para John. No había casos y no había
Internet.
Hasta que un
anuncio llamó su atención.
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John miró a
Sherlock de soslayo.
- Ni loco -
dijo el moreno sin molestarse siquiera en abrir los ojos.
- ¡Vamos! Este
aburrimiento no hay quién lo aguante. No me digas que tú no te aburres.- dijo
John casi suplicando.
- Ahora te
sientes un 10% como yo casi a diario – dijo Sherlock aprovechando la ocasión.
- Me lo tomaré
como un sí. ¡Vístete, vamos! – dijo John levantándole los pies y dejándolos
caer de nuevo en el sofá.
El moreno sólo
bufó mientras volvía a cerrar los ojos.
Cuando llegaron al lugar...
- ¡Qué feo! –
dijo Sherlock nada más pasar el umbral de la puerta.
- ¡No
empieces! – contestó John, centrando enseguida su atención en la recepcionista.
- ¡Hola!
Venimos… a las citas rápidas – dijo un poco dudoso. Todavía no había mucha
gente en el salón y pensó que tal vez había entendido mal la dirección.
- Su nombre, ¿por
favor? – preguntó la chica secamente.
- Sí, John
Watson y...
- Mycroft
Holmes – dijo Sherlock de improviso.
- ¿Mycroft? –
preguntó John curioso mientras la recepcionista escribía en su teclado.
- Un poco de
diversión, John – respondió Sherlock con una sonrisa de medio lado.
John sólo
suspiro divertido.
- De acuerdo. Síganme
– dijo la chica, haciendo que la siguieran hasta las mesas con un exagerado
movimiento de caderas que llamó la atención de John.
- Baboso – le
dijo Sherlock al oído mientras caminaban hasta el salón de al lado.
- ¡Quita! ¡Tú
sí que eres baboso! – dijo John con aspavientos. Y una divertida sonrisa se
dibujó en la cara del moreno.
El salón de al
lado sí que estaba lleno, con una veintena de mesas distribuidas en dos filas,
una frente a la otra.
La primera
cita comenzó con la primera campanada.
La chica
frente a John era agradable, pero no era su tipo. No sólo tenían gustos
dispares, sino que hablaba y hablaba sin parar.
Frente a él,
Sherlock comenzó a entablar conversación con una chica rubia, que parecía
simpática. Parecía. Sin previo aviso, la chica le dio al detective una sonora
bofetada, y John no pudo evitar soltar una carcajada, que intentó suavizar
tapándose la boca. En vano.
- ¿De qué te
ríes? Oye, si no te intereso me lo dices - gritó agitando los brazos.
John no tuvo
tiempo de responder cuando sonó de nuevo la campana y la chica se esfumó.
No pudo evitar
preguntarle a Sherlock antes de que llegara la siguiente chica.
- ¿Pero qué le
has dicho? – dijo casi entre susurros.
- Está loca -
dijo el moreno llevando un dedo a su cabeza.
Ambos
comenzaron a reírse por lo bajo, pero se formaron de nuevo cuando llegó la segunda
chica. Bueno, se formó John, porque Sherlock estaba sentado de tal forma que
rezumaba aburrimiento por todos lados.
La siguiente
chica frente a John era más de su tipo. Con unos bonitos ojos azules, estudiaba
medicina y le gustaban los niños. Todo iba bien hasta que el móvil de John
sonó.
Al ver que era
Sherlock quien le estaba llamando, miró a éste con ojos de ¿en serio?, pero el moreno estaba
centrado en la chica que tenía delante, o al menos, eso disimulaba, y bastante
bien.
John se vio
tentado de apagar el móvil, pero al final lo dejó pasar.
- Disculpa,
¿por dónde íbamos? - le dijo a la chica.
El móvil sonó
de nuevo. Pero cuando fue a cogerlo, se colgó.
- ¿Qué ocurre?
– preguntó la chica con dulzura.
- Es... el
móvil, que es nuevo... y está por molestar - dijo esto último mirando con los
ojos entrecerrados a un Sherlock que, juraría, acababa de dedicarle una sonrisa
que sólo él había visto.
- ¿Te gustan
los niños? – preguntó la chica a John.
Éste reaccionó
rápidamente. La chica empezaba a gustarle y no quería estropearlo.
- Sí, mucho.
Muchas veces cuido de mi... sobrino. John no pudo evitar sonreír cuando la
imagen de Sherlock tumbado en el sofá se introdujo entre sus palabras.
- ¿Qué te hace
tanta gracia? – preguntó ahora la chica, todavía amable. Era un poco raro. A
estas alturas debería haberlo mandado muy lejos, como hacían todas. ¿Habría
encontrado a su media naranja, por fin?
- Nada. Lo
siento mucho. Hoy tengo un día distraído – dijo John sonriendo a la chica, que
le correspondió.
- ¡Señora, que
no me cuente su vida! – se escuchó a Sherlock por toda la sala.
El moreno se
levantó hasta John y le cogió del brazo.
- Disculpe,
señorita, nos tenemos que ir. ¿Nos vamos, cariño? - dijo dirigiéndose a John.
- Eh... – John
se quedó bloqueado por un momento.
- ¡Pervertidos!
- gritó la chica, abofeteando a ambos. Y se fue como la anterior.
- ¡Anda, tira,
antes de que nos echen! - dijo John encontrando al fin las palabras, tirando del
brazo de su compañero, sin ni siquiera despedirse de la chica de recepción.
- ¡Siempre me
arruinas las citas! ¡Estoy empezando a creer que lo haces a propósito! - dijo el
mayor con un deje de desaliento en la voz, caminando calle abajo.
- El
aburrimiento, John. Él es el que te arruina las citas. ¡Esas chicas eran aburridísimas!
– dijo Sherlock dándole énfasis con los brazos en abanico.
- Ya, puedo
verlo en tu cara -. John, con un comienzo de sonrisa, posaba ahora su mano
abierta sobre una marca roja con la misma forma en la mejilla derecha de Sherlock.
Cuando se dio cuenta de que éste lo miraba fijamente carraspeó y se giró sobre
sus talones.
- Volvamos a
casa – dijo algo nervioso, acelerando el paso, con la pequeña sonrisa todavía en
los labios.
Sherlock no
pudo evitar morderse el labio tras ese gesto. Y lo siguió muy de cerca. ¡La
diversión acababa de empezar!
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