lunes, 20 de agosto de 2012

Olaza de calor Cap. 5

Cap. V El libro de Sherlock
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- ¿Qué pasa? ¿No es lo que querías? - preguntó John desconcertado.
- Esto ha ido demasiado lejos. Se nos ha ido de las manos - dijo Sherlock enfatizando con los brazos, con un semblante propio de un caso.
- No, Sherlock. No te confundas. Es a ti al que se le ha ido de las manos – dijo muy enfadado.
El moreno se le quedó mirando con cara de asombro, cara que no tardó en disimular.
- Sé de sobra que me infravaloras, no, déjame terminar - dijo alzando la mano ante la apertura de boca del menor, que la volvió a cerrar.
- Sé de sobra que me infravaloras, pero tanto... era evidente lo que pasaba por tu mente en cada chupito, incluso antes de proponer siquiera el juego.
Sherlock estaba empezando a ponerse nervioso. No había previsto que John descubriera su plan. ¿Tan ciego estaba por ese hombre que estaba afectando a su capacidad mental?
El plan inicial era sencillo: Emborrachar a John para poder besarle.
¿Por qué emborracharle? Para que le costara más negarse. John podía ser muy cabezota a veces.
Además, Sherlock había leído que el alcohol desinhibía y dejaba aflorar los verdaderos sentimientos. Y eso era precisamente lo que quería saber de John, sus sentimientos... hacia él. Y de paso aclarar los suyos hacia John. Además, si sólo bebía John resultaba sospechoso.
¿Por qué besar a John? Porque un beso, según había seguido leyendo, era una representación de amor. O la antesala del sexo. Pero a ese capitulo no había llegado todavía. Se había quedado en el del desnudo, justo como se encontraban ambos ahora mismo.
- Sherlock, no tiene gracia. Me has utilizado para tu placer personal, y yo he entrado al trapo porque... porque... no lo sé - dijo John nervioso, terminando la frase en un hilo de voz. Le temblaban un poco las manos, pero intentó ocultarlo poniéndolas sobre las rodillas. En el fondo se parecían más de lo que creían.
Pero Sherlock no se estaba riendo. Ni siquiera estaba presente mentalmente.
- No puedes estar más equivocado, mi querido John - pensó, y se fue decidido a su habitación, para volver a los pocos minutos con una colección de libros bajo el brazo, soltándolos sobre la cama de golpe.
- ¿Qué es esto? - preguntó John curioso, cogiendo a continuación uno al azar y leyendo el título en voz alta.
- La penetración. El gran paso.
Miró a Sherlock, que le miraba con ojos dudosos.
- No puedo negar la evidencia. Y es evidente que te amo. Según esa colección lo que siento se llama amor.
- ¿Dónde pone eso? - preguntó John dándole la vuelta al libro que tenía entre manos.
- No, no es ése - dijo Sherlock relajando el rostro. - Es aquí. Y leyó para ambos:
Pulso acelerado, manos temblorosas, pupilas dilatadas, boca seca, distracción... Si presentas estos síntomas en presencia de una persona de forma continuada, entonces estás enamorado.
John cerró el libro y los ojos al mismo tiempo. Esa descripción del amor… tan exacta a lo que sentía... por Sherlock.
- Sherlock - dijo aclarándose la voz.- Esta definición...
- ¿Qué le pasa? No es incorrecta... - dijo el moreno interrumpiéndole, algo que no soportaba.
- Sherlock, te quiero, pero si me sigues interrumpiendo...- y se dio cuenta de que acababa de confesárselo.
- ¡Entonces ya está! ¡Todo solucionado! - dijo Sherlock sonriendo.
John no pudo evitar reírse. Sherlock hacía la vida tan divertida... a veces.
Llevó su mano a la cara de Sherlock, radiante, y juntó sus labios en un tierno y dulce beso. Aunque supieran a whisky, a él le sabían a gloria.
Sherlock esbozo una linda sonrisa. Tenía las endorfinas por las nubes.
- Bueno - dijo John volviendo a aclararse la garganta. - ¿Por dónde te has quedado? - preguntó a Sherlock mirando de nuevo los libros.
- Empezando La penetración. El gran paso - dijo dándole el libro con avidez.
John se sonrojó ligeramente al verlo de nuevo.
- ¿Qué te parece si repasamos lo anterior? - dijo el mayor quitando los libros de la cama.- Creo que nos habíamos quedado por aquí...- dijo tumbándose boca arriba en una insinuante posición.
La sonrisa de Sherlock se agrandó aún más, y se lanzó como un tigre al cuello de John.
- ¿Vas bien? - le susurró el rubio al oído.
- Perfecto - le respondió entre besos el moreno.

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